La otra Sirenita

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Inspirado en Sentido de Pertenencia III

Eri le ponía mucho protector solar a sus tres hijos. Sus pieles eran pálidas y delicadas y ella lo sabía bastante bien, tenían la piel similar a la de su padre.
Era una visita a la playa especial, era la primera vez que Neri visitaba la costa.
La pequeña se miraba absolutamente adorable con su traje de baño, similar a un vestidito, celeste, una gorrita para el sol, y dos coletas bajas.

Neo y Eri sostenían cada uno una mano de la niña invitándola a tocar el mar. Poner los pies en el agua fría y salada, fue una experiencia nueva para la niña, y feliz para los padres.
La pequeña era de muy pocas palabras, hablaba lo justo y necesario. Sin embargo, sus ojos lo decían todo.

Poco a poco se adentraba más al agua hasta llegar a su ombligo. Sonreía, le encantaba el mar, ahora lo sabía.

Sus hermanos nadaban y chapoteaban en el agua, por su parte. Neri era feliz con el agua hasta la cintura inspeccionando las caracolas aferradas a las rocas. De vez en cuando, uno que otro cangrejito, o un pececito escurridizo.

A una distancia prudente, Eri y Neo vigilaban a los niños.

Neri encontró una caracola. Un hermoso color blanco, y rosa por dentro. La vio tan hermosa que antes de que una ola la volviera a ocultar se sumergió al agua para atraparla. Tanto Neo como Eri corrieron asustados a atrapar a la niña, la primera en llegar fue la madre, aliviada al ver a la niña poniéndose de pie sola con la caracola en las manos.

Fue un susto, que valió por miles.

La sonrisa de la niña con la caracola en las manos era incomparable.

Una linda mañana en la playa.

Pasaron a almorzar al restorán de la costa. Donde los dueños son los padres de la esposa de Nick, Sharon.
Los tres niños estaban encantados escuchando las historias del dueño, un ex marino jubilado con muchos honores, y fama de contar historias fantásticas.

- (...) Entonces, cuando lo vi todo perdido... ¡Ahí estaba ella! Una ninfa del mar, envuelta en algas que brillaban. Tenía la piel canela y unos ojos café como la arena del sur de América - Contaba el anciano sacudiendo los brazos para simular su desesperación. - ¡Hija del Dios del mar! Le supliqué ¡Ayudame! No quiero morir así, quiero ver a mi hija nacer -

Kichiro y Nea estaban impactados. Neri prestaba atención a cada detalle imaginando la escena, casi podía sentir el frío de las aguas del Pacífico de la historia que contaba el ex marino.

- Y en un lenguaje extraño, murmuró lo que yo creo fue un hechizo. Y las aguas se tornaron serenas, lo suficiente para sostenerme de una cuerda y volver a mi embarcación. La tormenta terminó de la nada, y llegué a tiempo para volver a ver nacer a Sharon - Concluyó el anciano.

Nea levantó la mano para hacer preguntas.

- ¿Era bonita? ¿Cantaba? ¿Le dijo su nombre? -

Kichiro por su parte repetía cada pregunta igual de entusiasmado. El anciano estaba dichoso de ser el centro de atención, y que los niños no pudieran en duda ninguna de sus palabras. Y así pasó la tarde contando historias fantásticas mientras servía bocadillos a los niños.

Tímidamente, Neri levantó la mano como su hermana. Con la caracola en la mano.

- Dime, pequeña -

- Señor Zeglasky ¿En todo el mar hay Sirenas...? -

El hombre conmovido tomó a la niña en brazos y la acercó a la vitrina de cristal que resguardaba los adornos más valiosos del restorán.

Hataraku Saibou (Historias breves)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora