¿Por qué o para qué?

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- Estoy muy preocupada por esa jovencita. No sale, no habla, a duras penas se hidrata o come algo, pero últimamente ya ni se molesta en responder llamadas o mensajes, ni abre la puerta. Sólo se sabe que sigue ahí porque responde: "Déjenme en paz" - Explicaba la elegante y dulce dama con una voz melancólica a su amigo Célula Dendritica, mientras U1146 escuchaba en silencio a la madame.
Habían pasado varios días en que había notado a la joven repartidora más "apagada", y ya no la había visto hace tres días. Sólo había escuchado algunos comentarios de su senpai sobre que no se había sentido bien. Todos habían estado con mucho trabajo últimamente, con el dolor de su alma tuvo que desistir ir a verla porque no podía descuidar su trabajo. Le tenía mucha estima a la chica, pero... Él es un neutrófilo, lo que él quiera o desee está por debajo de lo que es su rol en el mundo; es duro, pero así son las cosas.
Después de tanta presión y trabajo, al fin se pudo dar un tiempo para descansar, por suerte justo la pausa para beber el té coincidió con la Macrófaga cercana a AE3803 quien contó lo susedico los últimos días.

- Noté a Sekkekkyu algo extraña las últimas veces que la ví, no imaginé que fuera grave. Ella no es así, o al menos jamás la ví así -

- Ah joven neutrófilo ¿Y me lo dice a mí? Yo la ví crecer, siempre sonriente. Algo distraída sí, un poquito torpe, pero de gran espíritu ~ pero, ahora no sé qué pensar ¡Es como la depresión echa célula! Ya me está asustando, tengo miedo que quiera desertar... -

- ¡Ni de broma! - exclamó el varón de verde alterado. Los tres guardaron silencio unos segundos, la sola idea de desertar les causaba un escalofrío. Desertar de su rol en aquel mundo era como pedir la eutanasia, no se le negaba a ninguna célula, pero una muerte prematura era algo que nadie quería.

- ¿Qué pondría a Sekkekkyu así? - exclamó el pálido glóbulo blanco posando su taza de té en la mesa, recordando la última vez que la vió sonreír.

Se puso de pie, y fue rumbo al bloque donde estaba la chica. Golpeó la puerta varias veces más no salió, comenzó a preocuparse, usó su arma para forzar la cerradura e ingresó al pequeño departamento.
Todo estaba oscuro, aquellas macetas que ella tanto cuidada estaban con plantas muertas, se adentró en aquella salita que separaba la cocina solo con una mesa tipo isla y podía ver qué estaba intacta. Definitivamente no cocinaba hace algún tiempo, quizás ni estaba comiendo y eso ya le estaba asustando, al notar en el suelo cartas seguramente de sus colegas pudo comprobar que ni de su habitación había salido. Ya no era una simple preocupación, comenzaba a ser miedo. A paso lento caminó hasta la puerta pintada de rosa, golpeó con suavidad...

- Sekkekkyu ¿Puedo pasar? -

No respondió.

- Sekkekkyu, por favor responde -

Silencio. El instinto pudo más que la razón y entró a la habitación sin permiso... Ahí estaba, tumbada boca abajo, no sabía si dormida o inconsciente pero era evidente que había perdido peso, su piel estaba pálida y sus manos frías, pero viva.

Ella despertó, despertó al sentir humedad en su rostro; un paño humedecido pasado con suavidad sobre su rostro. Se sorprendió al ver quién era el que la estaba cuidado con tanta delicadeza, más no cambió su semblante como siempre lo hacía ver a "El Señor Leucocito", hasta él lo notó, y de algún modo, dolió.

- ¿Me dices que te pasa? -

- No pasa nada -

- Sekkekkyu, hace unos días cuando te tuve que sostener para evitar que cayeras en un rasguño tuve que darme fuerzas con ambos brazos. Ahora, te puedo cargar solo con un brazo y sin hacer mucho esfuerzo... Estás débil, y eso me asusta por eso te pregunto ¿Qué te pasa? Si estás enferma, o te contaminó algo... -

Hataraku Saibou (Historias breves)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora