Trovador

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El misterioso Basófilo solía visitar de vez en cuando a la adorable Eosinófilo y al valiente Neutrófilo. Los conoció cuando aún eran unos pequeños niños que entrenaban para llegar a ser lo que eran ahora, cuando él también era un joven muchacho que se cuestionaba la existencia y buscaba respuestas en la poesía.

Veía con mayor frecuencia a la rubia de coletas ya que frecuentaba el estómago, para ver al varón iba a su base o al pequeño apartamento. En sus visitas solían compartir un té y platicar sobre libros, el significado de la vida o aventuras que habían tenido cada quién.
El neutrófilo admiraba al misterioso Basófilo por su forma tan peculiar de describir los hechos, aunque a veces lo confundía con su manera tan metafórica de decir las cosas, reconocía que le.daba cierta belleza incluso a un ataque parasitario.

Ambos estaban en el departamento del neutrófilo, la rubia también quedó de asistir a la hora del té. No obstante, su trabajo la retrasó.
El sensor del albino se activó, se disculpó con el Basófilo y aseguró que volvería pronto, que se sintiera como en casa. El Neutrófilo U1146 salió corriendo a toda velocidad en busca del antígeno que interrumpió su reunión.

- Descuida joven soldado blanco, ve a cumplir tu misión y olvida que la presencia de alguien más en la privacidad de tu hogar no te limiten a cumplir tu faena que liberan a este mundo de los males que acongojan a los más débiles.... - exclamó el Basófilo.

- Eh... Está bien, te quedas en tu casa. Vuelvo enseguida - respondió el albino mientras una gota de sudor recorrió su nuca.

El Basófilo comenzó a mirar los libros de la pequeña biblioteca que tenía el albino, la mayoría ya los había leído, y otros eran cosas triviales como recetas para cocinar gérmenes, o mantenimiento de cuchillas y navajas... Cosas que no llamaban mucho su atención, hasta que su vista llegó a un cuadernillo de dibujos que tenía un lápiz sobre él dando a entender que fue usado recientemente. Probablemente, antes de que el Basófilo llegase al lugar.

El misterioso varón miró la primera hoja, un dibujo de unas flores.

- Es cautivador que la belleza de las flores se puedan plasmar en cualquier lugar sin necesidad de arrancarlas - exclamó el Basófilo apreciando el dibujo sobre el papel que a todas luces había sido dibujado por 1146. Pasó la siguiente página, una nota de compras:

- Té de cebada
- Toallas
- Detergente
- Removedor de manchas

- Incluso a una mente tan disciplinada le puede hacer jugarreta la memoria... - pensó el Basófilo pasando a la siguiente hoja.

Un dibujo de los árboles de la médula ósea, el lugar donde pasaron su niñez. El misterioso varón cerró los ojos recordando sus días de juventud donde pasaba tardes completas mirando el vaivén de las hojas en las copas de los árboles y podía oír las risas de los niños despreocupados y felices.
Las siguientes hojas eran dibujos similares, árboles, flores, unos que otros dibujos a medios terminar o con borrones, hasta que uno captó su atención: un dibujo sin terminar. En él, sólo un ojo femenino en grafito. Había detalles en las pestañas que le daban un aspecto femenino, el iris estaba hecho con dedicación y paciencia porque incluso se había tomado el tiempo de sombrear con grafito algunas partes, pero habían lugares del párpado que no tenían ese detalle de sombras, era un dibujo lindo, pero sin terminar. Al costado de ese dibujo, un escrito en manuscrita:

"Estoy comenzando a pensar que la belleza debe ser circular, porque por alguna razón cada vez que pienso en ello recuerdo tus ojos".

El Basófilo abrió de golpe los ojos, sus manos apretaron aquel cuaderno. ¿Acaso el joven soldado de blanco era un trovador empedernido? ¿Otra alma en busca de la verdad y la belleza en la poesía?. Pasó a la siguiente página en busca de la respuesta.

Hataraku Saibou (Historias breves)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora