El primer

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¿Por qué tienes que tener tanta pasión por tu trabajo?

¿Por qué no pudiste desistir por al menos una vez?

Sekkekkyuu... ¿Por qué no estuve ahí? 

El neutrófilo del escuadrón U, un albino de ojos tan oscuros como el ébano más puro contemplaba a una mal herida eritrocito de hermosos cabellos rojos y ojos ambarinos. Dormida, llena de vendajes que cubrían su menudo cuerpo mal tratado.

Él se culpaba una y otra vez por no estar ahí cuando la chica fue atacada por unas crueles bacterias. Ella había mejorado tanto en su trabajo que ya casi no se perdía, y el se sentía orgulloso por ello.

Aquel día un rasguño permitió el ingreso de bacterias, las plaquetas corrieron a auxiliar... Las bacterias intentaron atacar a una indefensa plaqueta, la eritrocito la defendió como pudo y salió mal herida. Los neutrófilos llegaron al rescate, ella se salvó por poco, por muy poco.

Ahora esa dulce chiquilla que lo hacía sonreír, ahí tendida en una camilla. Anestesiada para mitigar el dolor de sus heridas, cubierta por muchos vendajes y cubierta con una sábana de hospital ya que la ropa solo entorpecía el trabajo del cambio de vendas.

Incluso así, se veía tan angelical...
Tan inocente...
Tanto que dolía.

Perdóname por no haber llegado antes...
Perdón por no protegerte.

La macrófaga le había advertido al pobre y atormentado de culpa 1146  que era probable que ella estuviera así un buen tiempo, que harían todo lo posible para mantenerla cómoda y que sufriera lo menos posible, y lo mejor sería mantenerla dormida.

- Puedes venir a visitarla siempre que quieras ~♪ -

El albino iba sagradamente cada dos o tres horas a ver a la chica. Ignorando que estaba en un coma inducido, le platicaba de su día, de las cosas que vió, de lo mucho que la extrañaba...

Hola Sekkekkyuu, te ves mejor hoy. La señorita macrófaga me dejó ayudar a cambiar la venda de tu cuello, y se ve bastante mejor.
Espero que ya no duela, de verdad deseo que ya no duela ... Eres fuerte, je. Eres más fuerte que yo.

En más de una ocasión, la macrófaga pudo oír la ternura con la cual el varón le platicaba a la chica. O como siempre el se preocupaba de cambiar las flores de la mesita junto a la camilla en el caso de que ella despertase quería que viera algo hermoso como ella.

- Pobre chico enamorado... - suspiraba la castaña cuando veía al varón marcharse a trabajar por el pasillo de la enfermería tratando de ocultar que estaba destrozado por dentro.

Cuando la castaña entraba al cuarto a cambiar el vendaje o asear con cuidado a la chica, siempre le resultaba conmovedor hasta el punto de tener que limpiarse una pequeña lágrima ver qué en el cabello, la pelirroja dormida tenía siempre trenzado en su peculiar rizo una margarita u otra flor que traía el neutrófilo. Él sagradamente día a día, le traía una nueva y la ponía cual ofrenda en aquel rizo que todos adoraban, más desde aquel día no se movía. Quizás era una forma que tenía él de devolverle la vida.

La macrófaga se dió cuenta que el botón con el código de la chica fue robado de su gorra junto a la mesa. Sabía que lo tenía el varón, más ¿Qué ganaba con exigirle que lo devolviera? Pensaba la castaña. Él lo llevaba dentro de su chaqueta junto a su pecho, muy cerca de él para sentir que estaba con su querida Sekkekkyuu aún no estando con ella en la enfermería.

Sabes Sekkekkyuu, hoy fuí enviado a una emergencia al ojo izquierdo. Claro que al ser de noche no se veía el exterior esta vez, pero habían chispas de colores por el proceso sináptico, son como fuegos artificiales y por la falta de luz se veía maravilloso... Pensé que te gustaría verlo algún día, y pues, quizás, podríamos ir juntos. Cuando despiertes claro, porque tienes que despertar... te traje una flor azul hoy, contrasta con tu cabello. Pensé que sería lindo ponerla en tu rizo, porque extraño cuando está  despeinado como si tuviera vida propia... Porque no puedo más. Te extraño, te extraño mucho...
Yo...
Yo ya no puedo más... Despierta pronto Sekkekkyuu ¡Dios ya no puedo con esto!.

El albino hundía su rostro en la camilla cubriéndose además con los brazos. Resistió valientemente mucho tiempo, pero el dolor de verla así ya lo había superado, su umbral del dolor fue sobrepasado y se rindió a las lágrimas de una vez por todas. El dolor era tan grande que lo hacía gemir presionando el centro de su pecho tratando de reunir las piezas rotas de su «corazón» abatido.
Desde la puerta y cubriendo su boca con ambas manos para silenciar un sincero lamento, la castaña macrófaga se acercaba al varón para consolarlo.

Lo siento, lo siento tanto...

- No fue su culpa joven 1146 -

Debí estar ahí... Yo debería estar ahí y no ella. Necesito oír su voz, necesito verla de pie, necesito decirle que lo siento...

- No te tortures más por favor, ella no querría verte así. Además, te debe estar escuchando ¿No quieres que te oiga triste verdad? -

Despierta Sekkekkyuu, por favor, por favor despierta. Recupérate pronto ¡Te necesito! Te necesito... Te extraño.

El albino caía de rodillas, cerrando los ojos y puños con fuerzas tratando de contener las lágrimas de tristeza y rabia más no funcionaba. Quería golpear el piso con furia, quería golpearse a sí mismo, ya no podía más.

- Ha... Kke.... Kkyuu... san-

Esa voz, esa dulce voz.

El albino se puso de pie de golpe a comprobar que no fue una crueldad jugarreta de su mente lo que había escuchado.
Con lentitud la adorable "bella durmiente" parpadeaba tratando de acostumbrar la vista a la luz después de tanto tiempo.

Bienvenida de vuelta... Te extrañé tanto.

1146 peinó el flequillo un poco más crecido de la chica a un costado para despejar su frente y dejar un tierno beso en él.

- Hakkekkyuu-san ¿Estás ...llorando? ¿Estás bien?... - hablaba con dificultades y la voz entrecortada la pequeña dama.

Ahora lo estoy, ahora estoy bien... Sekkekkyuu, Sekkekkyuu-chan.

- Hakke... Kkyuu-san, pude oír... Pude oír tu voz -

Yo, bueno. La verdad es que... Hum, pues, ah...

- Yo, yo quie... quiero. Yo ver los fu... fuegos artificiales con, con... tigo -

Con pesadez y movimientos torpes la pelirroja aún mal herida trataba de alzar la mano hacia el albino. El varón la sostuvo y la posó en su rostro para sentir su calor, el calor de esa dulce chica que le devolvía las ganas de vivir una vez más.

Los días siguientes fueron más amenos, la recuperación de la chica era notoria. Ahora le permitían levantarse y sentarse en la camilla para comer y beber. El neutrófilo seguía visitandola sagradamente, disfrutaba ayudarla a desplazarse por la habitación para mirar por la ventana, o pasar de la camilla al sillón para variar la postura, pues aún no podía caminar y a él no le molestaba en absoluto cargarle en brazos, o ayudarle con sus ejercicios terapéuticos para recuperar la movilidad.
Cada avance, cada logro, por lo minúsculo que fuera para él era una victoria enorme.

- Hakkekkyuu-san, Hakkekkyu-san. Qué gusto que llegaste, puedo caminar bien ahora. La señorita macrófaga dice que podré salir de aquí pronto y volver a trabajar ¡Estoy muy feliz! -  la pelirroja se puso de pie sola y orgullosa casi de un brinco. Giró sobre sus talones demostrándole al varón que estaba en perfecto estado.

Que gusto saber eso, extraño indicarte el camino o beber el té con buena compañía.

- Hakkekkyuu-san, yo... -

Ese ligero rubor en las mejillas de la chica jamás antes le habían resultado tan encantador, una fuerza superior a él y a cualquier otra cosa en el mundo lo impulsó a enmarcar esas adorables mejillas con sus manos. Por alguna razón, ella hizo lo mismo a la vez que se ponía de puntillas en un intento de quedar a la misma altura.

Ninguno de los dos olvidaría nunca aquel momento.
Después de todo,
Nadie olvida el primer beso.

Hataraku Saibou (Historias breves)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora