Hataraku Saibou (Historias breves)

Shiro (parte 2)

Continuación de la historia breve "Shiro" disponible en este mismo libro (Les recuerdo además, que no tiene nada que ver con el universo de Sentido de Pertenencia,  por ello mejor si lean la primera parte).

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Aquella misión no estaba destinada a él  originalmente. Pero el agente que iba a infiltrarse en aquella red criminal que involucraba terribles crímenes incluyendo el tráfico de personas tuvo una lesión de gravedad. Le correspondía a Hachiro, un agente que tenía mayores habilidades en ese tipo de misión por su asombrosa capacidad de analizar perfiles psicológicos y elaborar estrategias. Cuando se lesionó, sugirió a Neo, ya que con sus enormes habilidades podría cubrirlo. Aunque para este último, sabía que había otra razón por la cual lo pusieron a él como mejor candidato: no tenía nada que perder.

Aquellos que optan por la vida de servicio saben que implica sacrificios. En el mundo de los investigadores de alto rango, pueden pasar meses, incluso años infiltrados, dejando de lado la vida propia. Por eso, muchos no se casaban o tenían hijos, pero habían quienes sí. Y de igual forma, son hijos de alguien, hermanos de otros, amigos de algunos, siempre hay alguien que lloraría su muerte... pero, Neo no. Lo más cercano a una familia eran sus colegas, pero al final del día, él sabía que ellos tenían familias propias, y otros vinculos que no lo incluían. El mismo Hachiro a quien estaba cubriendo, tenía una familia propia, una bella esposa, y una adorable hija. Su colega que ahora se recuperaba de su lesión, le había comentado días antes sus intenciones de retirarse de ese tipo de trabajos tan arriesgados para estar más con su familia. Le enseñaba una fotografía de su dulce hija sosteniendo un ramo de flores en día de su cumpleaños. Neo sentía una sincera alegría al oír a Hachiro hablar así, sabía que la niña de la fotografía seguramente extrañaba mucho a su padre mientras él salía a hacer del mundo un lugar mejor para ella. Pero a la vez, sentía un poco de envidia, saber que hay alguien esperándote con ilusión en casa, rezando para que llegues bien, alguien que te ama.

- Ven a cenar a mi casa - Invitó Hachiro en día previo a infiltrarse Neo en la mafia. - Pasaras meses comiendo mal, créeme - Decía Hachiro para convencerlo. No pudo negarse a aquella invitación, además que, cualquier cosa era mejor que llegar a su departamento vacío. A veces, extrañaba el ruido que siempre había en el orfanato.

- Eres muy afortunado, Hachiro - felicitaba Neo disfrutando una buena comida mientras la pequeña hija del dueño de casa le contaba a "tío Neo" que ella ganó el juego que hicieron en la escuela.

Ahora, en el presente recordaba que la última vez que comió algo bien hecho fue precisamente en la cena en casa de su colega. La razón por la cual evocó esos recuerdos, es porque la cena ahora era similar: Pasta a la napolitana.

Claro que, no era en un hogar amoroso. Era en el departamento del criminal "Shiro", la fachada de su misión en la que debía pasar por un sicario, la sombra de un líder criminal perverso, y ahora, también bajo su cuidado una joven víctima de la trata de personas.

- ¿Desea que le sirva algo...? -

La voz de la muchacha lo sacó de su trance. Llevaba dos días escondida con él y realmente estaba empeñada en "ser útil".

- Estoy bien, gracias, Eri - Respondió sereno el varón enrollando otra porción de pasta en el tenedor, mientras de reojo pudo notar los exquisitos modales para comer de aquella muchacha. Definitivamente no era una chica salida de las calles, debía haber alguien buscándola, una familia, una pareja, lo que sea, pero el mismo día que la encontró buscó  en la base de datos alguna señal y nada, no aparecía en el reporte de personas desaparecidas. Imaginó  que, posiblemente era porque el sistema es una mierda que obliga a esperar 48 horas, porque en un sistema patriarcal que justifica el odio a las mujeres, los imbeciles ponen en duda a los denunciantes diciendo: "espere, quizás está con el novio. Volverá cuando se quede sin dinero". Entonces las ingresan al sistema cuando ya es demasiado tarde.
Él sabía que así funcionaba el sistema, él era parte de ese nefasto sistema.