Capítulo 58. Una esperanza hecha realidad.

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Escucho un ruido proveniente del asiento trasero y cuando volteo distingo a Fer luchando por aguantarse la risa —sin tener mucho éxito—. Josh también la ve y empieza a reírse bajito, seguido de Mar, y al final por mí.

—Dejen de reírse —murmura Chava, fallando en su intento de sonar ofendido.

Esas tres palabras son suficientes para que de nuevo estallemos en carcajadas.

—Son unas horribles personas —dice Chavs, aunque alcanzo a distinguir que esboza una pequeña sonrisa mientras mantiene su mirada fija en la carretera—. Fue aterrador y ustedes no hacen más que burlarse de mí.

—Yo también me asusté —me defiendo, intentando dejar de reírme. No lo consigo del todo, así que mis palabras no salen muy claras—. O sea, por un momento pensé que la vaca te estaba intentando morder, pero eso no quita que es muy gracioso.

—Es un poco poético, ¿no creen? —pregunta Fer, aún entre risas—. Comimos hamburguesas y luego una vaca asustó a Chava.

—Yo diría más irónico que poético —señala Mar.

—Estoy considerando seriamente volverme vegetariano justo ahora —bromea Chava—. Como empiece a ser acosado por vacas cada que coma carne...

Seguimos riéndonos por un par de minutos más, hasta que nos duele el estómago, nos falta el aire o ambas, y nos vemos obligados a calmarnos.

—Lo bueno es que ya no estamos perdidos —dice Josh. Todes nos mostramos de acuerdo con esa afirmación.

Sí, nos perdimos. Google Maps no llegó a esta zona, y las habilidades de las cinco personas presentes en el auto para seguir señalamientos viales fueron insuficientes, así que hace casi una hora nos resignamos a que no teníamos idea de dónde estábamos, y por suerte nos cruzamos con un pueblito dónde había una tienda a la que decidimos acercarnos para pedir indicaciones.

Ahí es donde entra la vaca en esta historia.

Yo entré a comprar unos chicles y un agua, mientras que Chava se quedó afuera preguntándole al dueño sobre cómo llegar a nuestro destino. Había dos vacas pastando tranquilamente por ahí, y cuando salí de la tienda me llevé una gran sorpresa al ver que una de ellas estaba muy cerca de mi amigo, y por un momento me pareció que estaba tratando de morderlo.

Chava no se había dado cuenta, y el dueño de las vacas tampoco, pues estaba ocupado señalando hacia la carretera. Me asusté y lo único que se me ocurrió fue gritar "¡Una vaca te está comiendo!", que resultó ser el grito de alarma perfecto si buscas confundir y hacer entrar en pánico a alguien al mismo tiempo.

Mi amigo gritó y salió huyendo de la vaca, la cual apenas se inmutó y volvió a comer pasto junto a su compañera.

Le di las gracias por las indicaciones al señor, y salí corriendo detrás de Chava, que para ese momento ya estaba dentro del auto. Arrancó apenas me subí, luciendo desesperado por poner distancia entre él y las vacas. Fer, Mar y Josh habían visto lo ocurrido desde dentro del auto y no parecían saber cómo reaccionar.

Tras unos minutos de preocupación por la integridad de Chava y por no saber si las indicaciones que le dieron eran suficientes —por suerte sí—, todes empezamos a verle lo divertido a la situación, y varios ataques de risa han ocurrido desde entonces.

La risa ha ayudado a que no se nos haga tan pesado el tiempo extra que llevamos en el auto. Son poco más de las diez, y en teoría ya deberíamos haber llegado, pero es evidente que no es así, sino que seguimos en la carretera. Hace rato que nos acabamos las papas y dudo ser el único que tiene hambre. Me entretengo mascando un chicle mientras miro hacia la oscuridad fuera de la ventana.

Posdata [Emiliaco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora