Le tomé la palabra a mi madre cuando me dijo que me durmiera. Quizá ella no se refería a que lo hiciera por el resto del día, pero no importa. Son casi las ocho de la noche cuando despierto, lo cual significa que me dormí alrededor de siete horas.
Me estiro y me levanto de la cama todavía bostezando. Voy al baño y luego me siento en la cama mientras reviso mi teléfono. Tengo un par de mensajes de Chava contándome que sintió que le fue bien en el examen y me alegro por ello. También hay un mensaje de un número que no tengo registrado pero que al revisarlo resulta ser de la mamá de Joaco, quién me dice que le escriba ahí cuando esté despierto para marcarme. Les respondo a ambos en tanto salgo de mi cuarto para dirigirme a la cocina en busca de comida.
No se escucha más ruido que la tele a volumen bajo, así que me encamino hacia la sala, dónde encuentro a Mar, sentade en el sillón más grande en compañía de Taquito.
—Hola —le saludo, sentándome en el sofá más pequeño, mi favorito.
—Hola, Milio, ¿descansaste?
—Más de lo que había descansado en toda la última semana —un bostezo me interrumpe—. Y creo que aún podría dormir más. ¿Tú no te dormiste?
—Un rato nada más —me dice—. Luego estuve platicando con tu mamá, y con tu papá cuando llegó, y cuando se fueron me puse a ver si encontraba algo para ver en la televisión.
—¿Sabes a dónde fueron?
—A comprar cosas para la cena, me parece —se queda pensando—. Espero que no te moleste que yo siga aquí.
Le miro extrañado.
—¿Por qué me va a molestar? Eres mi amigue, Mar, y si tú estás más a gusto estando aquí que en tu casa, yo feliz de que estés aquí —le digo con toda honestidad.
—Gracias, Milio —me sonríe—. Mi hermano está en finales todavía, y no ha ido a la casa estos días porque le conviene más quedarse en el depa de un compañero que vive casi al lado de su universidad, así que he tenido que lidiar con mis padres sin su ayuda —me cuenta, al tiempo que da vueltas a una pulsera de cuentas en su muñeca—. Y no están muy felices con que ayer haya salido de la ciudad, entonces sé que cuando me pare en la casa no voy a tener un recibimiento muy cálido.
—Entiendo —murmuro—. Cómo te dijo mi mamá, aquí te puedes quedar el tiempo que necesites, sin problema alguno. Incluso si necesitas ropa puedo buscar en mi clóset, por ahí andan algunas cosas de antes de que diera mi último estirón y yo creo que son como de tu talla —eso le hace reír—. Ya en serio, quédate hasta que estés liste para ver a tus papás, y si necesitas compañía para hacerlo, puedes contar conmigo, con mi mamá, con Chava y con los demás.
—Está bien, y otra vez gracias —dice—. Hablemos de otra cosa, ¿sí?
—Me parece bien —acepto—. ¿De qué quieres que hablemos?
Se queda pensando mientras continúa girando su pulsera.
—Me temo que las conversaciones nunca han sido mi fuerte —responde al final.
—La verdad es que el mío tampoco —me sincero—. Pero a ver... hablemos de... no tengo idea de qué. —Nos reímos un momento—. Tu pelo sigue siendo azul —es lo único que se me ocurre comentar.
—Sí —reconoce entre risas. Se pasa una mano por entre el cabello—. Lo tuve que retocar hace un par de días porque ya se empezaba a ver más verde que azul.
—Es del mismo color que tu pulsera —me fijo.
—Eso mismo dijo Chava, que combinaba —comenta—. A mí me gustó sobre todo porque la cuenta más grande tiene un galaxia —extiende su mano hacia mí para que la vea—. Chava fue quien se dio cuenta de que era del mismo color que mi cabello, y cuando me la regaló me dijo que así siempre iba a tener algo que me combinara, por lo menos mientras tuviera el cabello de este color —suelta una risita.
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Posdata [Emiliaco]
RomanceEmilio es un joven de diecisiete años, que está cursando su último semestre de preparatoria mientras se prepara para entrar a la universidad y estudiar lo que le ha apasionado toda la vida: historia. Todo parece bastante simple en su vida, hasta que...