Carta 73. H.C., Puebla
Mi gran amor.
En tu última carta, me pediste ayuda sobre un consejo que tu hijo mayor te pidió. Espero esa ayuda no llegue tarde. Lo que pienso al respecto es que debes preguntarle a Emilio si de verdad ama a esa muchacha. Si su respuesta es positiva y no ves mentira en sus ojos, entonces dile que es sensata su idea de casarse, de lo contrario, debes impedir que lo haga.
No le permitas vivir la desdicha de casarse con alguien a quien no ame con todas las fuerzas de su alma. Ínstalo a que no escuche más voces que la de su propio corazón.
El amor debería ser siempre la única motivación para pasar el resto de tu vida con alguien.
Te amo, mi vida. Con la misma fuerza de siempre.
Posdata. Contando cada gota de agua en el mar, cada grano de arena en el desierto...
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Carta 74. H.C., Puebla
Mi gran amor.
Me preguntaste por qué llevo tanto tiempo en Puebla. Creo que es simplemente que conforme me hago viejo mis energías de viajar se han ido agotando, y se me ha hecho más fácil quedarme aquí, donde hay gente que me aprecia.
Me alegró tu noticia de que Emilio haya decidido continuar un tiempo con su noviazgo con esa muchacha que tanto ama, antes de decidir casarse con ella.
Son muy jóvenes todavía, y aunque tú y yo somos prueba de que se puede encontrar el amor de nuestras vidas a temprana edad, creo que lo más sensato es que esperen al menos un par de años más.
Creo firmemente, del mismo modo que lo he hecho toda la vida, que el amor es de las mejores cosas que le pueden ocurrir a una persona, aun por fugaz que pueda ser el tiempo en que lo viva.
Y creo también que el amor puede prevalecer más allá del tiempo y la distancia, como nos pasó a nosotros.
Obséquiale algunos de mis poemas a tu hijo, los que consideres que pueda dedicarle a su futura esposa, por favor. Quiero que al menos unos pocos de los versos que nacieron gracias a nuestro amor prevalezcan más allá de nosotros.
Te amo.
Posdata. Contando cada gota de agua en el mar, cada grano de arena en el desierto...
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Carta 75. H.C., Puebla
Mi gran amor.
Te anhelo cada día de mi vida, y cada segundo desearía estar junto a ti.
Desearía poder acariciar tus cabellos, respirar tu aroma, que me cantaras canciones con tu dulce voz.
Ojalá todo hubiera sido distinto para nosotros.
Posdata. Contando cada gota de agua en el mar, cada grano de arena en el desierto...
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Carta 76. H.C., Puebla
Mi eterno amor.
Los últimos meses sin escribirte me han parecido interminables, y estas últimas semanas han sido un infierno. Un mal está acabando conmigo desde hace tiempo, robándome las fuerzas y poco a poco mi vida, por eso mi última carta fue tan corta. Esta no lo será, lo prometo.
Pero por favor no me imagines enfermo, imagíname cómo sea que tus ojos me recuerden de la última vez que nos vimos.
Apenas y tengo fuerza para escribir estas letras, pero no podía fallar a mi palabra de escribirte cada cambio de estación. Hoy empieza el invierno, y me temo que será el último que mis ojos podrán ver. Lo único que me alivia es saber que no estoy solo. Mi hermano y su familia están aquí conmigo. Mi familia. Francisco te hará llegar esta carta, y cualquier noticia futura sobre mí.
También ya le avisaron a Susana, y por tanto a mi hijo, a quien este año no pude volver a visitar, pero con quien me he escrito unas cuantas veces. Me contó que quiere ser sacerdote, ¿te imaginas? Es muy joven aun, pero de verdad parece estar convencido de que ese es su camino, y no puedo más que alegrarme por él.
Quisiera haber podido verlo una vez más, pero me parece que no será posible.
Ojalá tuviera más tiempo, pero sé que no lo tengo.
También quisiera que tú estuvieras aquí.
Debo decirte que fuiste lo mejor que tuve, y una de las pocas cosas que hizo que mi vida valiera la pena. Ser tuyo, y saberte mío, es lo único que ha hecho latir a mi corazón por todo este tiempo.
Te amo con cada fibra de mi cuerpo, y sé que mi alma seguirá amándote cuando mi cuerpo ya no esté.
Emigdio, te amo. Conocerte y amarte me hizo el hombre más feliz del mundo, y si alguna vez te hice pensar lo contrario debes olvidarlo. Hubo cosas fuera de nuestras manos que me hicieron sufrir, sí, pero tu amor nunca me causó ningún sufrimiento.
Muchas veces renegué de haber tenido que vivir nuestro amor en las sombras, pero quiero que te quede claro que para mí ese amor siempre fue una luz. La luz mas brillante que puedas imaginar, sin la cual jamás hubiera podido seguir adelante.
Y es triste saber que por más que quiera ya no puedo seguir más. Mis fuerzas siguen apagándose.
No quiero decir adiós, no quiero estar escribiendo una despedida, sabes cuánto detesto las despedidas... Por favor no olvides nunca cuánto te amo. Nunca dudes que lo haré en esta vida y en las siguientes.
Posdata. Contando cada gota de agua en el mar, cada grano de arena en el desierto...
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Posdata [Emiliaco]
RomanceEmilio es un joven de diecisiete años, que está cursando su último semestre de preparatoria mientras se prepara para entrar a la universidad y estudiar lo que le ha apasionado toda la vida: historia. Todo parece bastante simple en su vida, hasta que...