Capítulo 32. Una pelea, un mes y una ruptura.

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—Hola —llego a dónde están y abrazo a Joaco por los hombros.

—Hola, amor —me dice.

Oscar me saluda con un adusto movimiento de mano y se incorpora alejándose un poco.

—¿De qué hablaban? —les pregunto.

—De lo hermoso que es... este pueblo —responde Oscar, enfatizando la palabra hermoso y dirigiéndole una peculiar mirada a mi novio.

—No es un pueblo, es una ciudad —replico—. Es la capital del estado —añado, siendo consciente de que hablo en un tono mucho más ofendido de lo que el comentario amerita.

—Ok... —murmura él en respuesta.

—¡Volví! —dice Natalia alegremente llegando a nuestro lado—. Había muchísima gente en los baños de mujeres, pero al menos estaban limpios —nos cuenta—. Entonces, ¿vamos a comer los cuatro a algún lado?

—No —respondo rápida y secamente.

—¿Qué? —Joaco me mira extrañado—. Pero tú mismo lo propusiste hace rato.

—Sí, pero ya lo pensé bien y se me hace un gasto innecesario pudiendo ir a comer con mis abuelos —alego.

—Pero...

—Además creo que es mejor que dejemos que Natalia y Óscar sigan paseando solos, como seguro lo habían planeado —continúo, interrumpiendo a Joaquín, quién me observa con el ceño fruncido.

—¡No! —exclama Natalia—. O sea, sí habíamos planeado andar solos, pero nos la estamos pasando muy bien con ustedes, ¿verdad? —le pregunta a su novio.

—Sí —contesta él, mirándome directamente y teniendo una expresión burlesca en su rostro.

—De hecho, estaba pensando en proponerles que fuéramos a barear al rato, ¿qué opinan? —propone animadamente la chica.

—No podemos, somos menores de edad —me apresuro a decir, en un tono no muy amable.

Noto que Joaquín mantiene su mirada clavada sobre mí, pero no dice nada.

—Ay, bueno, seguro en algún bar los dejan pasar sin problema, los dos se ven más grandes —replica Natalia con un encogimiento de hombros.

—No, Nat, creo que no es buena idea. —Para mi sorpresa Joaquín le responde, aunque no deja de mirarme con una expresión extraña—. Pueden andar con más libertad sin dos niños a cuestas —bromea señalándonos, aunque sigue sin parecer alegre.

—¿Seguro? —Joaco asiente, aunque no con mucha seguridad—. Bueno, está bien —acepta Natalia, dedicándome una no muy simpática mirada—. ¿Ya se van a ir? Nosotros aún nos quedaremos un rato acá arriba.

—Sí, ya nos iremos —le contesta Joaco. Se zafa de mi abrazo y se acerca a despedirse de la chica—. Fue un gusto conocerlos —escucho que le dice mientras la abraza.

—Adiós, Emiliano —me dice Oscar extendiendo su mano hacia mí.

—Es Emilio —lo corrijo, y nuevamente me dedica esa sonrisa burlona—. Adiós —murmuro y le doy un rápido y hostil apretón de manos.

—Bye, Emilio, fue un gusto —me dice Natalia, no sonando del todo sincera, pero sí bastante amable.

—Igual, adiós, Natalia —le digo sonriendo. Nos despedimos con un beso en la mejilla.

—Si se arrepienten y al final quieren ir a barear, ya tienes mi número, Joaquín —dice Oscar.

—Sí, gracias —responde él mientras le da un rápido abrazo, y eso no ayuda a que mi disgusto desaparezca—. Adiós —añade mientras recoge del piso su mochila y después se gira hacia mí—. Vámonos —me apura.

Posdata [Emiliaco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora