Me despierto al sentir un peso sobre mi espalda. Estoy acostado boca abajo, por lo que el gruñido que suelto se ahoga contra mi almohada. Me remuevo en la cama, consiguiendo que Taquito se baje de mí.
Se acerca a mi rostro y siento su húmeda nariz contra mi mejilla. Me quejo de nuevo y él me maúlla en respuesta; todavía más dormido que despierto me pongo a acariciar su lomo. Entreabro mis ojos y noto que hay demasiada luz en mi recamara como para que sean las seis de la mañana, así que asumo que debe ser más tarde.
—¿Qué hora es? —le pregunto a mi gato.
—Casi las once. —Me sobresalto al escuchar la voz de mi mamá, por fin me volteo para quedar sobre mi espalda, y la veo observándome desde la puerta de mi habitación—. Me gustaría dejarte dormir más, pero hoy es la comida en casa de Gaby y tienes que alistarte, hay que pasar por Joaquín antes de irnos para allá —me dice.
—Ok —murmuro.
Mi mamá asiente conforme con mi respuesta y se aleja de la puerta. Yo siento mis ojos empezar a cerrarse de nueva cuenta, pero no consigo quedarme dormido porque Taquito entra en acción de nuevo y comienza a pasearse por encima de mí.
Al final logro armarme de fuerza de voluntad para sentarme en la cama, con mi gato paseándose por sobre mis piernas. Observo el montón de ropa que dejé sobre la silla de mi escritorio, y pese al sueño no puedo evitar esbozar una sonrisa.
Me divertí muchísimo anoche. El baile fue todo lo que pude haber imaginado y mucho más. Bailamos hasta no poder más con nuestros pies, nos reímos hasta que nos dolió el estómago, y quizá, también tomamos hasta que el mundo a nuestro alrededor se volvió un poco borroso.
La fiesta acabó a eso de las cinco de la mañana, y Sam, en una increíble muestra de amabilidad, se encargó de recogernos a su hermano y les demás y llevarnos a nuestras casas o a dónde fuera que íbamos a pasar la noche —Jen se fue a dormir a casa de Angie, por ejemplo—. Mi novio tuvo que irse a su casa, pero por fortuna hoy sí vendrá a quedarse aquí luego de la comida en casa de mi tía.
Eso me recuerda que tengo que alistarme para ir allá. Me obligo a salir de la cama y dirigirme hacia el baño. Taquito me reprocha con varios maullidos cuando lo abandono, pero no tarda mucho en resignarse y simplemente irse de mi recámara.
Me miro en el espejo del baño y me sorprende que tuve la habilidad de quitarme el maquillaje en la madrugada y así no parecer un mapache justo ahora. Solo parezco un semi-adulto con poco más de cuatro horas de sueño encima. Es una suerte que al menos no sienta cruda, sino solamente la desvelada.
Cuando termino de bañarme me siento un poquito más despierto. Observo la ropa en mi clóset sin mucho entusiasmo, dudando sobre cómo debería vestirme para la comida. Al final decido no quebrarme demasiado la cabeza y agarro los primeros jeans limpios que encuentro, una playera color negro y una sudadera verde oscuro.
Una vez que estoy listo, tiendo mi cama, recojo la ropa de la silla y la llevo al bote de ropa sucia, acomodo en un montón junto a mi escritorio las cosas que Fer, Jen y Chava dejaron aquí ayer y finalmente bajo a buscar algo para desayunar, teniendo un café como primer objetivo.
Consigo mi café, además de unos molletes y un poco de fruta, y en cuanto mis padres anuncian que ya están listos, salimos de la casa rumbo a recoger a mi novio. Hacemos casi cuarenta minutos hasta el edificio de departamentos, y una vez ahí mi mamá me envía a mí solo a tocar la puerta de Joaco, pues me dice que le da flojera subir hasta el cuarto piso. Hago lo que me dice y un par de minutos después ya estoy golpeando la puerta del departamento donde viven mi novio y su familia.
Es su mamá quien me abre, y sonríe amablemente al verme. Me hace un gesto para que entre y la obedezco de inmediato.
—Hola, Emilio.
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Posdata [Emiliaco]
Roman d'amourEmilio es un joven de diecisiete años, que está cursando su último semestre de preparatoria mientras se prepara para entrar a la universidad y estudiar lo que le ha apasionado toda la vida: historia. Todo parece bastante simple en su vida, hasta que...