Capítulo 29. Un pequeño contratiempo.

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—Taquito, ¿qué haces en mi mochila? —le reprocho a mi gato.

Me mira con su cabecita ladeada y yo solo me río. Pongo la ropa que traigo en las manos a un lado de la maleta que está sobre mi cama, y estoy por tomar a Taquito entre mis manos cuando escucho que tocan la puerta. Volteo hacia allá y veo a mi mamá de pie en el marco de ésta.

—¿Cómo vas con el equipaje? —me cuestiona mientras se acerca a mí.

—Ya empaqué hasta al gato, como podrás ver —le digo divertido. Mi madre suelta una carcajada y yo saco a Taquito de la maleta—. Ven acá, pequeño —murmuro dirigiéndome a él.

Mamá me ayuda a acomodar el resto de mi ropa mientras yo sostengo a mi gatito.

Joaco y yo nos vamos rumbo a Guanajuato en más o menos dos horas y media. A ambos nuestros padres nos van a llevar a la central de autobuses, y vamos a encontrarnos allá. Ahorita apenas pasa de las nueve de la mañana y yo estoy terminando de empacar.

—¿Ya llevas un cepillo de dientes? —inquiere mi mamá mientras cierra la mochila.

—Sí, ya empaqué todo, má —le aseguro—. Solo faltaba esa ropa.

Mi madre asiente un par de veces. Ella parece mucho más nerviosa que yo, lo que es decir mucho, porque mi estómago está hecho un nudo. No sé por qué, son solo mis abuelos, aunque bueno, presentarles a mi novio no es algo que haya hecho antes.

En ese momento recuerdo algo que había quedado con Joaco de preguntarle a mis padres desde semanas atrás, cuando nos dieron la noticia de que podíamos ir.

—Oye, má —comienzo a decir. Ella me mira con atención—, había olvidado preguntarte, ¿mis abuelos ya saben que Joaquín es mi novio? ¿Les dijeron eso?

Me mira ligeramente estupefacta.

—No realmente —responde dubitativa. La observo pasmado por lo que me acaba de decir—. Saben que quien va contigo es otro chico, que se llama Joaquín, y les dijimos es que era alguien muy especial para ti, pero no como tal que era tu novio —me explica.

—Oh —murmuro. Taquito se zafa de mis brazos y salta a mi cama—. Pensé que les habían contado todo —le confieso a mi mamá.

—No, mi amor —contesta en voz suave—. Pensamos que tú querrías decírselos en persona. —Pone su mano sobre mi hombro y le da un suave apretón—. Perdón por no consultártelo, mi vida.

—No te preocupes, má —le digo—. Tiene lógica que pensaran que yo quería contarles, pero como que me había quitado un peso de encima el pensar que no tenía que hacerlo —me río secamente.

—Todavía les podemos marcar —sugiere mi madre.

—No —niego rápidamente—. Me da nervios, pero me toca a mí hablar con ellos —declaro—. Solo espero que lo tomen bien —añado en voz baja.

—Estoy casi segura de que así será, mi amor —me dice.

—Ese "casi" no ayuda a que me tranquilice, mamá —me quejo.

Mi madre me sonríe con ternura y me abraza. Recargo mi cabeza en su hombro y cierro mis ojos, mientras ella acaricia mi cabello.

—Lo van a tomar bien, mi vida —me asegura—. Te adoran, y ellos fueron quienes me criaron, Emilio.

Me separo un poco del abrazo y la miro con el ceño fruncido. —También criaron a mi tío Esteban y él es un...

—Idiota, ya sé —completa mi madre. Me río un poco—. Pero si pudieron entender y aceptar que su hija menor se fuera de la casa con dieciocho años, y la apoyaron en todo, pueden entender que su nieto sea gay —razona. Estoy por contradecirla, pero levanta un dedo para callarme—. Ya sé que no es lo mismo, hijo, pero no quiero que vayas desde ya con la idea de que tus abuelos te van a rechazar por ser quién eres—añade.

Posdata [Emiliaco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora