—También baja esa, la que dice "registros" —me pide mi tía Emma desde el marco de la puerta.
Estamos en un cuarto que funciona como bodega en la casa de mis abuelos, recolectando los papeles y fotos que mi tía nos dijo anoche. Hago lo que me dice y tomo la caja.
—Uff —me quejo—. Está pesada —le advierto a Joaco mientras se la paso. Yo estoy subido en una silla, y él está en el piso, recibiendo todas las cosas que mi tía me indica que baje—. ¿Algo más?
—Esa cajita de zapatos tiene más fotos —señala—. También bájala por si acaso.
La obedezco y también le entrego esa caja a Joaquín.
—Ya es todo lo que puede servir —concluye Emma después de repasar el mueble con su vista.
Mi novio me da la mano y bajo de la silla de un salto.
—¿De qué son los registros? —le pregunto.
—De los empleados de la hacienda —me responde—. No estoy segura desde qué años son, pero según yo, el que los empezó a llevar fue el papá de mi abuelo Emigdio, así que a lo mejor sirven.
Asiento emocionado, aunque un estornudo me interrumpe.
—Hay que llevarnos las cajas a la sala —indico mientras me froto la nariz con el dorso de mi mano—. Hay demasiado polvo aquí. —Estornudo de nueva cuenta para probar mi aseveración, cómo no.
—Me parece bien —dice Joaco.
Además de la caja de registros y la de las fotos, tenemos una tercera con papeles también de la hacienda y con un álbum de fotos, que pesa más o menos lo mismo que la de los registros. Joaquín carga las dos últimas y yo me las apaño con la primera.
—Bueno, en lo que llevan eso yo me voy a ir a arreglar —nos anuncia mi tía.
—¿Vas a ir con mis abuelos? —inquiero mientras salimos de la bodega.
Ellos están arriba, en su recámara, también arreglándose para salir.
Según lo que contó mi abuela en el desayuno, sus planes son a ir a misa, después ir a visitar a un montón de gente que no conozco de nada pero que mi abue enumero como si sí, y más tarde asistir a una comida con el sacerdote de su iglesia y otras tantas personas que no ubico.
Por fortuna mi abue no quiso que Joaco y yo formáramos parte de ninguno de esos compromisos, así que ambos seguimos tranquilamente en pijama y podremos quedarnos aquí todo el día intentando averiguar algo más sobre mi tatarabuelo y H.C.
—A misa sí, pero después yo tengo otra cita —responde mi tía.
Llegamos a la sala y nos detenemos. No pregunto nada, pero la miro con curiosidad.
—Mi amigo Dante viene desde Italia, llega en un par de horas, y voy a reunirme con él —nos cuenta.
—¿Se va a quedar también aquí? —pregunta Joaco.
Suena emocionado, me imagino que por la mera posibilidad de conocer a un oriundo de aquel país, y su decepción es evidente cuando mi tía menea la cabeza en un gesto negativo.
—Se lo propuse, pero él insistió en que no quería dar molestias y mejor se quedará en un hotel —explica—. Pero bueno, ya dejen me voy a arreglar y ustedes bajen esas cajas ya, se les van a engarrotar los brazos —nos apresura.
Nos reímos, pero aun así le hacemos caso, y dejamos nuestra carga en el piso a un lado de donde estamos parados.
—Ah, ragazzi —mi tía se frena apenas a un par de pasos de distancia y se gira para vernos—. Yo voy a regresar hasta tarde, al menos a las seis o siete, y mi hermano y mi cuñada me imagino que lo mismo, así que tienen la casa para ustedes —nos anuncia.
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Posdata [Emiliaco]
Roman d'amourEmilio es un joven de diecisiete años, que está cursando su último semestre de preparatoria mientras se prepara para entrar a la universidad y estudiar lo que le ha apasionado toda la vida: historia. Todo parece bastante simple en su vida, hasta que...