Carta 13. H.C., Piedras Negras
Mi gran amor.
Comprendo y concuerdo contigo sobre que lo más sensato es esperar unos cuantos años más para que yo ponga un pie en Guanajuato nuevamente. Y me da tranquilidad, como siempre, el saber que tú, al igual que yo, no necesitas verme para que nuestro amor siga creciendo, aunque eso no evita que nos añoremos el uno al otro.
Llenó mi corazón de felicidad el saber que tu pequeño Emilio ya dijo sus primeras palabras, y no puedo ni imaginarme lo dichoso que debes sentirte tú.
Hoy el cielo fue de un azul infinitamente bello, sin una sola nube en él, y recordé aquella ocasión en que convenciste a tu padre de que, junto a otros muchachos, fuéramos a la cueva por el día de San Ignacio de Loyola. Todos creyeron que nos perdimos, cuando la realidad fue que nos escapamos a una parte del cerro donde nadie podía vernos ni oírnos, y ahí hicimos el amor.
Viéndolo a la lejanía, siento que fuimos terriblemente insensatos, y que corrimos demasiado riesgo, como solo dos jóvenes enamorados podrían hacerlo. Aunque, a decir verdad, lo repetiría una y mil veces si tuviera la opción. Al igual que cada uno de los instantes que vivo a tu lado. No hablo en pasado porque confío en que un día volveré a verte, ya sea en esta vida o en otra, porque mi amor por ti va más allá de todo.
Posdata. Contando cada gota de agua en el mar, cada grano de arena en el desierto...
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Carta 14. H.C., Monterrey
Mi gran amor.
No sabes cómo disfruté leer todas las travesuras que ha hecho el pequeño Emilio desde que empezó a caminar. Me encanta cuando me envías cartas más largas de lo normal, que de por sí suelen ser mucho más largas que las mías. Ojalá pudiera darme el lujo de gastar más en comprar papel y tinta para escribirte cartas igual de extensas, pero lo poco que gano apenas me alcanza para mantenerme y ahorrar para mis viajes.
Y antes de que se te ocurra ofrecérmelo, te digo que no. No podría aceptar que me enviaras ni un peso. Tengo la fuerza y las habilidades para ganarme el pan de cada día, y con eso me basta, así que ni siquiera lo sugieras.
Además, no tengo mucho que contar en mis cartas. En esta, por ejemplo, lo único interesante que tengo para decir es que vine a Monterrey porque me contaron que quizá podría conseguir un trabajo de planta aquí en la fundidora, aunque tengo mis dudas de quererlo, el tiempo que llevo aquí, ni el trabajo ni el clima de la ciudad me han parecido lo mío. Hace un calor espantoso, me imagino que tú serías feliz.
¿Cómo ha ido la siembra de este año? Extraño los campos. Te extraño a ti, te amo.
Posdata. Contando cada gota de agua en el mar, cada grano de arena en el desierto...
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Carta 15. H.C., Monterrey
Han pasado otros tres meses y sigo debatiéndome sobre si es buena idea seguir en este empleo. La paga no es mala, aunque creo que me pagaban mejor en las minas de Zacatlán.
Y el calor, Dios bendito, no puedo creer que me hayas dicho que me envidiabas por eso. Yo te envidio por el clima templado que hay allá casi todo el año.
¿Sabes en qué estaba pensando? En lo rápido que pasa el tiempo. La primavera pasada se cumplieron cinco años de que nos conocimos, ¿puedes creerlo? Parece haber sido ayer esa primera vez que nuestras miradas se cruzaron, mientras acompañabas a tu padre a explicarnos a los nuevos trabajadores todo lo que teníamos que saber sobre la siembra.
No sé por qué no te lo pregunté antes, pero lo hago ahora, ¿fui yo la razón de que te ofrecieras a ayudar en la siembra de ese año? Aunque no lo haya sido, agradezco que hayas estado ahí, a mi lado, todo ese tiempo.
Que después de casi seis años de haber vagado sin rumbo desde que hui de mi casa, haya encontrado contigo un lugar al cual pertenecer.
Ahora estoy vagando otra vez, lo sé, pero ya no me siento perdido. Logré conocer el amor y la más grande dicha a tu lado, encontré mi sitio en este mundo, y sin importar lo lejos que estemos, siempre tendré la certeza de que nos pertenecemos.
Te amo, espero con ansias tu respuesta.
Posdata. Contando cada gota de agua en el mar, cada grano de arena en el desierto...
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Carta 16. H.C., Monterrey
Leer tus palabras en las que comparas mis cartas con poesía lleno mi pecho de alegría. Dijiste que extrañas mis poemas, así que te enviaré uno junto con esta carta, he escrito varios últimamente.
Cambiando de tema, he tomado una decisión por fin, respecto a lo del trabajo de planta en la fundidora. No lo voy a tomar, no pienso seguir aquí el año que viene.
No quiero algo estable, no quiero quedarme fijo en un lugar, mucho menos si ese lugar no es al lado de alguien que ame. Yo no soy como tú. Sabes bien que no te juzgo, pero nunca podría haber hecho lo que tú.
Casarme, quedarme por siempre en una hacienda; eso no hubiera podido ser mi vida jamás. Al menos no en esta realidad. Quizás en alguna otra donde casarme contigo hubiera sido una posibilidad... Dios, estoy diciendo disparates ya.
En fin, supongo que solo me quedaré en Monterrey hasta recibir tu siguiente carta. Después me iré, no sé aún a donde, pero ya te lo notificaré después.
Espero que el siguiente año sea bueno para ti y toda tu familia.
No olvides que te amo, y que pienso en ti siempre.
Posdata. Contando cada gota de agua en el mar, cada grano de arena en el desierto...
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Datazo cultural: Lo que se menciona en la carta 13, del día de San Ignacio de Loyola, es una festividad que se lleva a cabo en Guanajuato capital. La tradición básicamente consiste en subir a un cerro (el Cerro de la Bufa), dónde hay un par de cuevas, ahí se celebran misas, y se pasa el día ahí, acampando, ya sea en familia o con amigos. Esta fecha comenzó a celebrarse en 1624 (según mi investigación), y este año no se va a hacer porque pinche covid (o quien sabe, a la gente de mi rancho le vale madre).
En fin, en multimedia les dejé una fotito porque ese día iluminan la cueva y se ve bien chulo :')
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Posdata [Emiliaco]
RomanceEmilio es un joven de diecisiete años, que está cursando su último semestre de preparatoria mientras se prepara para entrar a la universidad y estudiar lo que le ha apasionado toda la vida: historia. Todo parece bastante simple en su vida, hasta que...