Capítulo 20. Una pizca de valentía.

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—Vámonos – les digo a mis amigos mientras me cuelgo la mochila al hombro. Veo que ellos apenas están guardando sus cosas.

Josh me mira y se ríe. – Vaya prisa que tienes por alcanzar a Joaquín en la cafetería – dice.

Me río ligeramente apenado. – Perdón – murmuro.

—No pidas perdón, es adorable – replica Fer. Josh asiente ante sus palabras, Chava, por su parte, solo termina de guardar sus cosas en silencio.

Fercha le pregunta a Jen si nos acompaña, pero nos señala que se quedará con Angie, así que solo salimos los cuatro del salón. La clase de ética acaba de terminar y tenemos un par de horas libres antes de la de física.

—Y bueno, Mailo, ¿cuándo tenemos que traernos nuestras cartulinas y plumones? – me pregunta.

—¿Para qué? – lo miro extrañado. Me abraza por los hombros y se ríe.

—¿Cómo que para qué? Pues para hacer el letrero de "Joaco, ¿quieres ser mi chavo?" al más puro estilo de la Rosa de Guadalupe – mueve su mano por el aire como imaginándose el cartel.

Suelto una carcajada y le doy un ligero codazo en las costillas. – No mames, Joshua – digo entre risas.

—Wey, hasta crees que Emilio va a hacer algo tan cliché – comenta Fer, también riéndose.

—Chavos, los alcanzo en la cafetería, voy al baño – interrumpe Chava. Lo vemos avanzar hacia los sanitarios, y aunque estoy seguro de que los tres notamos extrañada su actitud, no comentamos nada al respecto.

—Sí, Mailo no haría algo como un cartel – insiste Fer, en cambio. – Ay, debiste ver sus presentaciones ayer en el taller de música – le dice a Josh. – Estaba a nada de explotar de tanto amor – me río al escucharla, pero entonces me acuerdo de algo.

—¡El taller de música! – exclamo mientras me detengo. Mis amigos me miran sin entender. – Tengo que ir a ver a Pepe – le recuerdo a Fercha.

—Cierto, ¡ve! – me indica.

—Le avisan a Joaco qué ahorita voy...

—Sí, wey, tú vete – me regaña Josh.

Me voy rápidamente en sentido opuesto a mis amigos, pues hacia allá está el salón de música. Pepe nos ha contado que, aunque solo da clases los lunes, viene todos los días de la semana, pues aquí puede trabajar en su música.

Llego y toco la puerta. El profe Pepe me abre casi de inmediato, aunque se lleva un dedo a los labios para indicarme que guarde silencio, y entonces noto que está hablando por teléfono.

—Pues entonces llama al fontanero, amor – lo escucho decir. Me hace una seña para que lo siga hacia el centro del aula. – En el primer cajón del escritorio hay un bonche de tarjetas de presentación, alguna debe ser de un fontanero – se detiene y me quedo de pie a unos pasos de él. Frunce ligeramente el ceño, aunque después se ríe. – Digo, igual puedes no bañarte – dice sin dejar de reír. – No lo sabría nadie, más que nosotros dos y mi alumno – suelta una fuerte risa. – Bueno, tú decide qué hacer, yo te dejo porque tengo que hablar con Emilio – me sonríe. – Vale, te amo – es lo último que dice antes de colgar.

Guarda su celular y suspira.

—A que no sabías que tenía pareja – me dice divertido.

—No tenía idea, Pepe – respondo con sinceridad.

—Soy una caja de sorpresas – bromea. – En fin, me encantaría ofrecerte una silla, pero no hay ni para mí, así que – hace una seña para que nos sentemos en el piso. Se acomoda con las piernas cruzadas y lo imito, sentándome enfrente de él.

Posdata [Emiliaco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora