Recuesto mi espalda en el piso mientras dejo mis piernas elevadas recargadas en mi cama. Joaco recarga su cabeza en mi abdomen y se pone a leer en voz alta.
- Mi más grande amor: Hoy he recibido la noticia de tu muerte - la voz de Joaquín está cargada de nostalgia, pero al mismo tiempo me transmite paz. - Sentí que mi corazón se detenía también, pero lamentablemente sigue latiendo. No logro entender cómo, si está roto en millones de pedazos. ¿Cómo seguiré mi vida sin ti? ¿Con qué motivo? - siento una lagrima correr por mi mejilla nuevamente y la seco rápidamente con el dorso de mi mano. - Si ya no recibiré jamás una carta tuya. Rezaré cada día por que exista tal cosa como el cielo, que tú estés en él y un día podamos reunirnos. Siempre tuyo, Emigdio - Joaco hace una pausa y suspira. Comienzo a acariciar su cabello. - Posdata. ...cada estrella del cielo, solo contando podrías acercarte a saber cuánto te amo - finaliza.
En total apenas hemos leído cinco cartas hoy, contando la escrita por mi tatarabuelo, que es la que Joaco acaba de releerme.
- Las posdatas se complementan - le digo.
- Sí - coincide él. Se estira para tomar una de las misivas de H.C. que ya abrimos. - Contando cada gota de agua en el mar, cada grano de arena en el desierto, cada estrella en el cielo, solo contando podrías acercarte a saber cuánto te amo - recita.
- Suena como un poema - comento. Sin dejar de acariciar los rizos de Joaco, estiro mi mano libre y tomo mi bitácora. - Veamos si podemos deducir algo más con las cartas que llevamos - comienzo a revisar mis notas. - Creo que no - hago una mueca.
Joaco me extiende su mano. - A ver - le paso mi bitácora y se pone a leer. - Bueno, sabemos por qué no pudieron estar juntos - me dice un momento después.
- Ah, ¿sí? - pregunto confundido.
Se incorpora y me mira extrañado. - Para mí resultó muy obvio, ¿para ti no? - lo observo sin entender y niego lentamente. - Porque eran dos hombres, Emi - me dice con obviedad.
Reflexiono sobre la idea por unos instantes y caigo en cuenta de que hace perfecto sentido.
- ¿De verdad no lo habías pensado? - me cuestiona Joaquín.
- No - respondo algo apenado, porque lo que dijo antes es cierto, es bastante obvio. - No me había detenido realmente a pensar en eso - añado.
- Creo que tiene algo de lógica que la sexualidad de tu tatarabuelo no fuera una de las primeras cosas en las que pensaras - comenta Joaco, aunque no sonando enteramente convencido.
Me siento y me quedo mirando mis manos un momento. Suelto una extraña risa que suena más como un resoplido. - Hasta hace menos de dos meses ni siquiera me había cuestionado mi propia sexualidad, así que... - dejo la frase al aire y me encojo de hombros.
- ¿Nunca te había atraído nadie antes? - me pregunta.
- Sí, pero - me quedo pensando un momento - en ese momento como que no me detuve a hacerme preguntas al respecto, con el tiempo se me pasó y después... nada, por años - levanto la vista para mirarlo a los ojos -, hasta que apareciste tú - sonríe ligeramente al escucharme. - Ya sé que es raro, pero...
- No lo es - me interrumpe. - Una de las cosas que he aprendido, es que todos pasamos por procesos distintos para descubrir quiénes somos. Algunos lo descubrimos desde niños, a otros les toma la mitad de su vida, y ambos casos están bien - dice.
Hago una mueca que intento hacer pasar por una sonrisa, pero que no logra convencer a Joaco.
- Emi - estira su mano y acaricia mi mejilla -, tienes diecisiete años, no tienes por qué tener ya todas las respuestas a todas las preguntas - me habla cariñosa y pacientemente. - O sea, si te sientes listo para ponerte una etiqueta está bien, si no, también, y si nunca quieres ponerte una, igual es completamente válido - me explica.
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Posdata [Emiliaco]
RomanceEmilio es un joven de diecisiete años, que está cursando su último semestre de preparatoria mientras se prepara para entrar a la universidad y estudiar lo que le ha apasionado toda la vida: historia. Todo parece bastante simple en su vida, hasta que...