Capítulo 1. Las cartas.

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Bajo corriendo las escaleras, ansioso por acomodarme en mí sofá favorito a leer el libro que acabo de encontrar en la biblioteca de mis papás, y al entrar en la sala casi tropiezo con mi madre, quien está arrodillada frente a un montón de cajas viejas desperdigadas por todo el piso del lugar, aparentemente revisando una de ellas. Noto unas cuantas cajas más ocupando los sillones.

Mamá voltea a verme, luciendo algo sorprendida por mi abrupta aparición.

- ¿Por qué la sala está llena de cajas que parecen tener mil años de antigüedad? – le pregunto extrañado. Hace una hora, cuando bajé para comer, la sala estaba libre de todo esto.

- No tienen mil años de antigüedad, algunas tienen a lo mucho cien años – me responde.

Dejo el libro en la repisa y me arrodillo junto a ella. – ¿De dónde salió esto? – Observo maravillado el contenido de la caja abierta frente a nosotros. Alcanzo a distinguir todo tipo de artilugios, y tomo entre mis manos el primero que alcanzo. Es una aldaba con forma de águila, que luce antiquísima.

- Tu tío Miguel consiguió vender la hacienda, y me mandó muchas de las cosas que estaban ahí. Algunas son de tus abuelos, otras de tus bisabuelos, otras más de tus tatarabuelos – me explica.

- ¿Y qué vamos a hacer con todo esto? – le cuestiono. Quiero pensar que no me dejará fuera de este pequeño tesoro.

Me sonríe ampliamente. – Clasificar todo, ver qué cosas de interés hay – me dice.

- A lo mejor encontramos algo sobre la historia familiar – sugiero.

- A lo mejor – replica entusiasmada. Mamá es historiadora, y además de dar cátedra en la universidad, lleva años escribiendo un libro sobre la historia de nuestra familia, los Marcos.

- ¿Quieres gastar tu última semana de vacaciones ayudándome con esto, Emilio? – me pregunta por fin. De no ser porque estoy de rodillas habría saltado de la emoción.

- Por supuesto – le digo exultante de alegría. – ¿Te parece bien si me llevo algunas cajas a mi habitación? Aquí ya está atestado – señalo a mi alrededor. El único hueco es el lugar donde estamos nosotros dos.

- Me parece bien que te las lleves, pero primero tienes que recoger tu habitación, porque también está atestada, pero de basura y ropa sucia. – La emoción casi abandona por completo mi cuerpo al escuchar su regaño.

- Pero, mamá...

- Pero nada. Ve a recoger tu habitación, lavas tu ropa y entonces vienes por las cajas – me ordena.

Resoplo con resignación y me pongo de pie para ir a hacer lo que me dice. Sé que tiene razón, llevo aproximadamente desde navidad sin recoger y ya estamos casi a mediados de enero, pero eso no quita que me dé flojera. Voy casi llegando a las escaleras cuando la voz de mi madre me interrumpe. – Emilio, ya te he dicho que no dejes libros abandonados en los rincones. – Doy marcha atrás y recupero el que dejé arriba de la repisa.

"Sapiens. De animales a dioses" se puede leer en el título de la portada. Mi madre, Elena Marcos, me heredó la pasión por la historia y por las antigüedades. Al igual que a ella, me fascina leer sobre esos temas y me emociona descubrir el pasado de los objetos, de las reliquias, y claro, también de las personas.

Le dedico una sonrisa medio forzada mientras le muestro el libro y rehago mi camino hacia mi habitación. Al entrar ahí dejo el libro sobre el escritorio, que es lo único que está un poco ordenado en toda la recámara. Veo en el reloj de la pared que son poco más de las tres de la tarde. Espero no demorarme mucho, estoy realmente desesperado por empezar a revisar el tesoro que está actualmente en la sala.

Posdata [Emiliaco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora