Despierto por mi propia cuenta, sin tener a Taquito maullando en mi cara o pisando mi estómago, y me siento un tanto perdido por un momento.
Una parte aún medio dormida de mi cerebro empieza a hacer preguntas. ¿De verdad ayer pasó todo lo que pasó? Me doy cuenta con pesadumbre de que sí. ¿Y en serio hoy es mi examen de admisión? Por desgracia la respuesta también es afirmativa.
Veo en el reloj que son un poco más de las seis de la mañana, y me extraña todavía más que mi gato no esté aquí. Enciendo mi lámpara, me levanto de la cama y voy hacia la puerta. No tiene el seguro puesto, compruebo, así que no es por eso por lo que mi gatito no entró. Cuando agarro la perilla de la puerta veo el rasguño en el dorso de mi mano, y creo que ya sé por qué Taquito no vino a despertarme.
Abro mi puerta y lo encuentro afuera. Me mira con sus ojos verdes muy abiertos y suelta un lastimero maullido. Suspiro y me agacho para cargarlo, cosa que me deja hacer con gran docilidad.
—No estoy enojado contigo, pequeñín —le aseguro.
Maúlla y ronronea mientras se recarga contra mi pecho, cosa que me hace esbozar una pequeña sonrisa.
—Ese gato podría arrancarte un dedo y tú seguirías tratándolo como un bebé —dice la voz de mi padre detrás de mí.
—Siendo honestos, sí —reconozco—. Buenos días, pá.
—Buenos días, hijo.
Pasa por mi lado y noto que ya está vestido para irse al trabajo. Lo sigo escaleras abajo, todavía cargando a Taquito.
—¿Hoy te vas más temprano? —le pregunto.
—Voy a darme una vuelta por el hospital antes de irme a la oficina —responde—. ¿Ya decidiste si vas a ir al examen hoy, hijo? —inquiere.
Entramos a la cocina y dejo a mi gato en el suelo mientras le sirvo agua y comida. Me tomo mi tiempo en responderle a mi padre.
—Creo... —empiezo a hablar con voz insegura y hago una pausa para estructurar mejor mi respuesta—. Sí voy a ir a presentarlo —afirmo.
—De acuerdo —asiente mientras enciende la cafetera.
No me pregunta si estoy seguro de hacerlo, pero aun así sigo hablando y le doy la explicación que tenía planeada.
—Ya tengo permiso de todos mis profesores para faltar hoy, y si no voy al examen lo que voy a hacer todo el día es quedarme aquí dándole vueltas a mis pensamientos y no quiero eso —le digo—. Además, si sale bien pues ya me quito eso de encima.
—Y si no sale bien, lo intentas en la siguiente oportunidad y no pasa nada, ¿ok? —me recuerda—. No pasa nada con fallar en un examen, mucho menos considerando todo lo que está pasando.
—Lo sé —murmuro. Me siento en la mesa y observo a Taquito comer—. ¿Mi mamá todavía no se despierta?
—No, sigue dormida, hoy no tiene que ir a la facultad temprano, pero de todas formas no creo que tarde en despertarse —contesta—. ¿Quieres café? —Le respondo con un asentimiento—. Hoy solo tiene que ir a la defensa de tesis de una de sus estudiantes, creo que es a mediodía... —se queda pensando—. Es a las diez tu examen, ¿verdad?
Pone una humeante taza de café frente a mí y se sienta al otro lado de la mesa con la propia.
—Sí, es a las diez.
—Entonces sin problemas te vas a poder ir con tu mamá para allá —me asegura.
Asiento de nueva cuenta mientras meneo el azúcar y la crema en mi café. Nos quedamos en silencio después de eso, y mi padre sale de la casa apenas se termina su café, dándome un beso en la frente y deseándome éxito en el examen.
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Posdata [Emiliaco]
Roman d'amourEmilio es un joven de diecisiete años, que está cursando su último semestre de preparatoria mientras se prepara para entrar a la universidad y estudiar lo que le ha apasionado toda la vida: historia. Todo parece bastante simple en su vida, hasta que...