Capítulo 47. Desastres, pan y tráfico.

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Un celular comienza a sonar y, aunque distingo que es el mío, mi primera reacción, en lugar de buscar dicho aparato, es agarrar un cojín y cubrirme la cara con él.

En el salón hay varias ventanas altas, y la luz del sol ya está entrando a raudales por ahí, por lo que calculo que ya son al menos las nueve, pero eso no aumenta mis ganas de levantarme.

Para empezar, ni siquiera sé a qué hora nos quedamos dormidos, puede que fueran las cuatro o cinco de la mañana, o incluso más tarde, y es sábado, así que no estaría mal que me dejaran dormir hasta más de mediodía, pero el celular sigue sonando.

Desde el otro lado de la cama escucho a Joaquín balbucear algo que al inicio me suena como "Beso de mono", pero un momento más tarde proceso que lo que en realidad dijo fue "Es tu teléfono".

—Ya sé —mascullo.

La llamada al final se corta y tan solo unos segundos después empieza a timbrar el de Joaco.

—¿Quién chingados...?

Siento como se mueve por la cama hasta que logra localizar su teléfono.

—Hm-ph —gruñe cuando responde.

Me quito el cojín de la cara y abro los ojos. Veo a Joaquín sentado en una esquina del colchón, con una expresión adormilada y molesta mientras sostiene el celular contra su oído. Me incorporo apoyándome en mis codos y lo observo con atención. Frunce el ceño ante lo que sea que le estén diciendo.

—Ok —farfulla—. Sí, sí nos despertaron. —. Se frota la cara con su otra mano y bosteza. No puedo evitar pensar en lo adorable que se ve—. No, no quiero jugo, quiero café. — No me da tiempo para cuestionar por qué está hablando del desayuno cuando se gira hacia mí—. ¿Quieres jugo o café? —me pregunta.

—Café —decido tras reflexionar por un par de segundos—. ¿Quién...?

Joaquín me hace una seña para que guarde silencio y me callo de inmediato.

—Va, aquí las esperamos —dice antes de colgar.

Se queda sentado en la misma posición, con su mirada puesta en un zapato que está al lado del colchón, y no me dice nada. Me siento con las piernas cruzadas y lo miro por un largo momento.

—¿Joaco? —lo llamo al final.

Se sobresalta como si lo hubiera despertado —cosa que creo que hice—, y voltea a verme.

—Ah, sí —murmura—. Fer, Jen y Angie vienen para acá para desayunar, me dijeron que la mamá de Josh regresó antes de lo que él se esperaba y no le gustó tener a tanta gente en la casa —me cuenta. Lo interrumpe otro bostezo—. Chava y él no vienen porque se quedaron hablando con ella, y porque iban a ir por pan, o algo así dijo Fer.

—Ah, claro. Chava tiene un superpoder con las mamás —recuerdo.

—¿Qué?

—Pues eso, a Chava se le da bien hablar con las mamás, o bueno, con los adultos en general —le explico—. Y además es bueno haciéndola de mediador, así que tiene sentido que se haya quedado con Josh y su mamá.

—Ah —exclama bajito—. Yo pensé que se habría quedado por lo del pan.

—Quizá también —admito.

Joaco no dice nada más, y fija su mirada en mi pie, creo. Parece estar a punto de quedarse dormido de nuevo, pero se asusta a sí mismo cuando cabecea. Lo miro aguantándome la risa y él pretende estar indignado.

—Necesito unos pantalones —murmura luego—. ¿En el baño había un pants o lo soñé? —inquiere.

—Sí había un pants —le digo.

Posdata [Emiliaco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora