Cartas 5. 1933.

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Carta 17. H.C., Durango

Mi amor.

Le tomé un cariño muy grande a esta ciudad desde la primera vez que vine, es por eso por lo que decidí volver después de dejar mi trabajo en Monterrey. Ahora estoy trabajando en los sembradíos que están aquí.

No sabes cuánto extrañaba esto, pasar mis días en el campo y en mis tiempos libres venir al centro de la ciudad. Justo aquí estoy ahora, escribiendo esta carta mientras veo pasar a la gente.

Estar al aire libre me recuerda todos los días que pase a tu lado, y aunque a veces la nostalgia me resulta abrumadora, mi corazón también se llena de alegría al recordar esos momentos. ¿Recuerdas el primer poema que te escribí? ¿Aquel en el que te confesé lo que sentía por ti?

Recuerdo el poema a la perfección, pero sobre todo una parte en específico: "Un sentimiento que me aterra, pero me vuelve más valiente a la vez". Se me ocurrió usar esas palabras para definir lo que sentía por ti, y creo que es de las cosas más ciertas que he escrito alguna vez.

Siempre sentí miedo por lo que soy. Lo siento aún hoy en día, pero cuando te conocí a ti también conocí lo que era la valentía, principalmente esa que se requiere para confesar que amas a alguien.

Te amo, mi vida. Te extraño a cada segundo.

Posdata. Contando cada gota de agua en el mar, cada grano de arena en el desierto...

***

Carta 18. H.C., La Paz.

Mi gran amor.

Conocí el mar. Es una de las cosas más maravillosas que he visto en mi vida, ojalá pudiera enviarte mil postales en las que pudieras ver las maravillas que vi con mis ojos. Un color azul infinito, como el del cielo, pero ondulante y cristalino. Mis palabras no le alcanzan a hacer justicia al increíble paisaje que vi. Hubiera sido un sueño compartir esa vista contigo.

Quiero hacerte una pregunta, y espero que no la tomes a mal: ¿Alguna vez lo consideraste siquiera? Me refiero a mi propuesta de huir juntos de la hacienda.

Yo sé que para ti es una locura, pero para mí era una locura quedarme ahí aun cuando ya estuvieras casado, continuando como un simple empleado, claro, pero aun así pensé en hacerlo. Balanceé en mis manos la posibilidad de seguir nuestra vida juntos, de uno u otro modo, más veces de las que te dejé saber.

¿Lo hiciste tú también? ¿O simplemente te resignaste sin más a nuestra separación? No lo tomes como un reclamo, por favor. La decisión al final la tomamos entre los tres, eso lo tengo claro.

Te amo, y ahora que he visto el mar con mis propios ojos, estoy más seguro de que su infinidad no basta para describir cuánto.

Posdata. Contando cada gota de agua en el mar, cada grano de arena en el desierto...

***

Carta 19. H.C., La Paz.

Mi gran amor.

No me gusta que pienses que fuiste un cobarde. Esa nunca fue mi intención al hacer la pregunta de mi última carta. Yo no pienso que lo seas, jamás lo haría.

Los dos fuimos lo suficientemente valientes como para amarnos, a pesar de que el mundo a nuestro alrededor pensara que nuestro amor era incorrecto. No pudimos quedarnos juntos por siempre, pero como te lo he dicho antes, es porque así tenían que ser las cosas.

Pero nuestro amor prevalece y eso es lo importante, ¿no lo crees así? Hemos logrado cultivar nuestro amor aun a pesar del tiempo y de la distancia.

Otra cosa que mencionaste en tu carta es que quizá tu decisión hubiera sido muy distinta si te hubieras visto obligado a casarte con alguien que no fuera Rosa. Creo que nunca te he dicho la paz que me da que sea ella tu esposa.

Ella es la única persona además de mí que te conoce a la perfección, que ha sido siempre una gran amiga para ti, y que sé que lo hubiera sido para mí también si yo lo hubiera permitido, si me hubiera considerado digno de su cariño.

Me doy cuenta de que no te he contado que hago en esta ciudad. Vine a buscar suerte en los sembradíos de chile, no pienses que vine solo a conocer el mar.

Ya no me has contado las travesuras del pequeño Emilio, por favor hazlo en tu siguiente carta.

Te amo.

Posdata. Contando cada gota de agua en el mar, cada grano de arena en el desierto...

***

Carta 20. H.C., Hermosillo.

Mi amor.

No tenía idea de que Rosa sabía de nuestras cartas. Ahora que lo sé, te pido que por favor le des mis saludos, y le agradezcas por todo lo que sé que ha hecho por ti en estos años.

Principalmente por no haberte dado nunca la espalda a pesar de saber la verdad.

Me dio mucho gusto volver a leer sobre tu hijo y sus aventuras enseñándole a montar a caballo. Lo que más disfruto es percibir el amor y la emoción en tus palabras cuando hablas de él. Emilio tiene al mejor padre del mundo, no tengo duda alguna de eso.

Te cuento que me vine para Sonora. No encontré trabajo en los cultivos ahorita en invierno, pero ando haciendo trabajitos aquí y allá para lograr mantenerme. Por suerte tenía algunos ahorros, así que no me las he visto tan difíciles.

Hay una idea rondando por mi mente, pero te contaré hasta que haya tomado una decisión.

Como siempre, te deseo lo mejor para el siguiente año, a ti y a los tuyos. Te amo.

Posdata. Contando cada gota de agua en el mar, cada grano de arena en el desierto...

Posdata [Emiliaco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora