Tres años antes.
Mis padres y yo llegamos al refugio de animales y me apresuro a entrar. Después de años de insistirles, por fin me van a dejar adoptar un gato.
—¡Emilio! – me llama mi madre para que los espere.
Me freno apenas cruzando la entrada, y mi padre me pone la mano en el hombro cuando llega a mi lado, indicándome que avancemos hacia donde está el encargado.
—Buenas tardes – saluda mi padre, alzando la voz para hacerse escuchar en medio de todo el ruido que hay en el lugar.
Se escuchan algunos ladridos, y de fondo un maullido agudo que no cesa. Paseo mi mirada por el lugar buscando al causante de ese sonido.
—Buenas – nos dice el joven encargado, que se acerca a nosotros con un perrito en brazos. – ¿En qué puedo ayudarles? – pregunta amablemente.
—Queremos adoptar un gatito – responde mi madre.
—¡Genial! – exclama el chico. Apenas parece pasar los veinte años. – Siempre me emociona que haya personas con intenciones de adoptar a un amigo – añade. – ¿Quieren un gato joven o un gato adulto? – nos cuestiona.
—Uno pequeño – me adelanto a decir, sin dejar de voltear hacia todos los rincones.
Encuentro por fin al gato que no deja de maullar, y me acerco hacia él. Es un pequeño gatito negro, flaquito y con el pelo muy erizado, que parece tener apenas unos pocos días de nacido. Está en una pequeña jaula cerca del suelo, así que me agacho para verlo mejor.
—Pues justo tenemos a ese bebé chillón – señala el encargado. – Lo rescatamos hace un par de días. Estaba en la basura junto al resto de su camada, y solo él estaba vivo – explica con tristeza. – No para de llorar, pero es porque es muy pequeño aún – escucho que sigue hablando con mis padres, aunque le presto atención solo a medias.
—Hola, pequeñín – saludo al gatito. Me mira fijamente sin dejar de maullar. – ¿Cómo estás? – le pregunto en voz baja. – Me imagino que te sientes solito sin tus hermanitos – le digo. – Yo a veces me siento solo en mi casa, o sea, mis papás son muy buena onda, y platicar con ellos está padre, pero muchas veces están ocupados – me lamento. – Por eso quiero una mascota, ¿sabes? Mis amigos sí tienen, pero a mí no me querían dejar... Hablando de mis amigos, te voy a contar algo que pasó hoy.
El gatito inclina un poco su cabecita y me observa con atención.
—Como estamos de vacaciones, en la mañana fuimos al cine, vimos la nueva de Spiderman – comienzo a contarle. – Cuando salimos de la sala, Josh y Chava iban discutiendo sobre cuál de ellos sería un mejor Spiderman, y se pusieron a intentar dar marometas en el pasillo. Fer y yo nada más nos reíamos de ellos. Lo gracioso es que por andar haciendo eso casi atropellan a una señora, que se espantó y les aventó encima sus palomitas y su refresco – me río al recordarlo. – Acabaron los dos todos pegajosos por el refresco, y con palomitas enredadas en el pelo, y además le tuvieron que pagar sus cosas a la señora - sigo riéndome, aunque me quedo callado al darme cuenta de que el minino ya no está chillando.
—Vaya – escucho la voz del encargado del refugio. – Amigo, creo que le agradas al gatito – me dice. Yo simplemente sonrío.
—Bueno, creo que ya sabemos a cual vamos a adoptar – comenta mi mamá.
****
Después de llenar el registro para adoptar al gato, y comprarle comida y leche, vamos de regreso para mi casa. Vengo en el asiento de atrás, con mi pequeño gatito dormido sobre mis piernas.
—¿Ya sabes cómo lo vas a llamar, hijo? – me pregunta mi mamá mirándome por el retrovisor.
—No – respondo. Me pongo a mirar hacia fuera de la ventana y distingo una taquería. Se me ocurre una idea entonces. – Sí – me corrijo. - Taquito - digo emocionado.
—¿Taquito? – cuestiona mi papá.
—Sí, Taquito – afirmo. – Amo los tacos, y ahora voy a amar a esté pequeño también - les aseguro.
Levanto a mi gatito y lo recargo contra mi pecho. Sigue dormido y comienza a ronronear. Interpreto ese gesto como que está feliz con el nombre y sonrío ampliamente.
****
Hace una semana que adoptamos a Taquito, y desde entonces no me he separado de él. Lo estoy educando para que haga sus necesidades en el arenero que le pusimos en el patio, y siguiendo las indicaciones que me dieron en el refugio, todavía tengo que darle leche con un biberón, al menos por una semana más.
Justo ahora estoy acostado, con Taquito encima de mí, mientras leo La ladrona de libros. Me incorporo para ir al baño, dejando al gatito y al libro sobre la cama.
Cuando regreso encuentro a mi gato de pie entre las páginas del libro, mirando a estas con atención. – ¿También te gusta leer, pequeñín? – le pregunto. Suelta un agudo maullido en respuesta. Me acuesto nuevamente, y me acomodo en la posición que estaba antes. Taquito se hace un ovillo en mi pecho. Lo miro con ternura y le susurro–: No sabes lo feliz que me hace que estés aquí.
*****
Tenía muchas ganas de escribir este pequeño extra y pues aquí está.
Imaginarme a Emilio y a Taquito chiquitos me da muchísima ternura, es que-
Los amo, bai ❤️
Kar :)
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Posdata [Emiliaco]
RomanceEmilio es un joven de diecisiete años, que está cursando su último semestre de preparatoria mientras se prepara para entrar a la universidad y estudiar lo que le ha apasionado toda la vida: historia. Todo parece bastante simple en su vida, hasta que...