La puerta se abre y con un poco de esfuerzo finalmente despego mi vista de Joaco. – Mira, Mailo – entra Fer diciendo, aunque se interrumpe al ver a Joaquín. – Santa madre de dios, Joaco, te ves... – no completa su frase.
- Espero que su falta de palabras sea porque me veo bien – nos dice él.
- Te ves más que bien – le digo con sinceridad.
- Gracias – me sonríe ampliamente.
- Bueno, Mailo, tu momento ha llegado – Fer llama mi atención y me pasa un montón de ropa. Joaquín nos mira extrañado. – Emilio no tiene sentido de la moda, así que tuve que ayudarlo – le explica.
- Gracias, Fernanda – le digo sardónicamente. – No había necesidad de esa explicación – añado.
- Ya ve a cambiarte – me ordena. – Hay que acabar de ordenar las sillas, Joaco – la escucho decir mientras avanzo hacia el baño.
Empiezo a revisar la ropa que me trajo Fer. Es simplemente una camisa negra de manga larga y unos jeans rasgados, negros también. – ¿Qué diferencia hay con la camisa que yo traje? – me pregunto.
Me miro en el espejo y veo que mi cara y mi ropa aun sigue llenas de brillo y confeti, aunque según yo ya me había sacudido. Decido lavarme la cara antes de empezar a cambiarme, así que me quito la sudadera azul y la playera que traigo puestas y recojo la mitad de mi cabello en un chongo para que no se moje.
Después de secarme el rostro con mi camiseta, noto que aun quedaron unos cuantos brillos, pero decido ya dejarlos ahí. Me pongo la camisa y los jeans, que me quedan bien, aunque un poco más ajustados que la ropa que generalmente uso, me ajusto los tenis blancos que ya traía puestos, recojo mi ropa y salgo del baño sin más, encontrándome con Fer que me espera justo afuera.
El baño está separado del salón por una pequeña barda, así que no se ve hacia donde Joaco está.
- ¿Qué haces aquí? – le pregunto a mí amiga.
- Verificando que luzcas bien – me responde. – Esta clase de camisas no se usan fajadas – me regaña. Ruedo mis ojos y saco la camisa de dentro del pantalón. – Y tampoco es la idea que abroches los botones hasta arriba – dice mientras desabrocha un par y acomoda el cuello de mi camisa. – Súbete un poco las mangas – me pide. Me analiza una vez más de arriba abajo. – El chonguito me gusta – comenta haciendo un gesto de aprobación.
- No me lo iba a dejar, solo me recogí el pelo mientras me lavaba la cara – le digo.
- Pues déjatelo, te da un aire como de badboy – me sonríe.
- No sé qué quieres lograr, con lo bien que se ve Joaco creo que da lo mismo lo que yo traiga puesto – me quejo en voz baja. – Además me veo igual que siempre.
- ¿Es que nunca te ves al espejo, Mailo? – pregunta. – Joaco se ve guapísimo, estoy de acuerdo, pero, wey, tú no te quedas atrás – me dice.
- No creo verme ni la mitad de bien de lo que él se ve – insisto.
Mi amiga suspira con impaciencia. – Pues veamos qué opina el mismo Joaquín – me quita el montón de ropa que traigo en las manos y me hace una seña para que salga. – Yo iré a guardar esto, ahorita te alcanzo.
Me acomodo las mangas de la camisa y avanzo hacia el salón. Joaco está de espaldas acomodando la mesa sobre la que está toda la botana, pero se gira en cuanto me escucha.
Sube su mirada lentamente desde mis pies hasta mi rostro, y su boca se va curvando lentamente en una sonrisa. Yo lo miro nervioso, esperando por si hace algún comentario.
ESTÁS LEYENDO
Posdata [Emiliaco]
RomanceEmilio es un joven de diecisiete años, que está cursando su último semestre de preparatoria mientras se prepara para entrar a la universidad y estudiar lo que le ha apasionado toda la vida: historia. Todo parece bastante simple en su vida, hasta que...