Capítulo 40. Sobre ardillas y diversidad sexual.

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Entro nuevamente a la casa de campaña y encuentro a mi novio durmiendo.

Apenas hay luz suficiente para distinguirlo, pero sonrío al ver su expresión apacible. Niego y ruedo los ojos al ver que ni siquiera se metió en el saco de dormir y solo se acostó encima de él. Me apresuro a acostarme a su lado, y jalo un par de mantas para cubrirnos a los dos. Joaco se acurruca junto a mí como por instinto, y lo abrazo contra mi pecho.

No tengo sueño aún, así que me quedo pensando mientras acaricio suavemente su cabello.

Faltan menos de dos semanas para su cumpleaños, y aunque tengo algunas ideas, aún no tengo claro qué hacer para celebrar. Y también está el hecho de que unos días antes de su cumpleaños cumplimos dos meses de novios, y esta vez no pienso olvidarlo, así que también debo pensar qué regalarle o qué hacer ese día.

No sé en qué momento me quedo dormido, pero me despierto al sentir unas pequeñas patitas sobre mi estómago. Joaquín sigue dormido a mi lado, aunque sin abrazarme, así que, sin preocuparme por molestarlo, levanto mi mano para acariciar el suave pelaje de mi gato.

Mi gato...

Me detengo a medio camino, recordando que no estoy en mi casa y que el animal que está sobre mí en definitiva no es Taquito.

Abro los ojos de golpe y veo frente a mí a una ardilla. Pego un grito fuertísimo, que hace salir corriendo al animalito y a Joaco incorporarse de golpe.

—¿Qué pasó? —pregunta mi novio, mirando asustado en todas direcciones y finalmente fijando su vista en mí.

Respiro pesadamente intentando recuperarme del susto y me llevo una mano al pecho, donde siento mi corazón latiendo a toda velocidad.

—Había una ardilla encima de mí —logro decir después de un momento.

—¡¿Qué?! —chilla Joaco, mientras hace un embrollo con las mantas a nuestro alrededor y revuelve nuestras cosas, buscando por si la ardilla trajo compañía.

—¿Están bien? Escuchamos un grito —distingo la voz de Sam desde afuera de la casa de campaña.

—¡Estamos bien! —responde Joaco—. Solo se nos metió una ardilla —añade, aún inspeccionando desesperado la tienda.

—Ah, eso fue lo que pasó corriendo entonces —escucho murmurar a Samuel—. Bueno, ya que los despertaron, vengan a desayunar de una vez, si quieren.

Volteo a ver a mi Joaquín y lo encuentro sentado masajeando sus sienes, al parecer ya convencido de que estamos solos en la casa de campaña.

—¿Cruda? —le pregunto.

Asiente lentamente. —Creo que me pasé con el vodka —susurra—. ¿Tú no estás crudo?

—No tome tanto, al parecer —respondo—. Anoche estaba medio mareado, pero nada más.

—¿Hice alguna estupidez? —me cuestiona.

—Ehm... creo que no —pienso en lo que pasó y lo que no pasó, pero casi—. ¿No te acuerdas?

—No de mucho —me dice. Sigue frotando sus sienes mientras piensa—. Me acuerdo de que dejé a Josh en su tienda, aunque no recuerdo por qué fui yo quien lo llevó, y también recuerdo que luego de eso me encontré a Fer y le dije que te dijera algo, pero no recuerdo qué. Y antes y después de eso no recuerdo mucho, solo que me traje lo que sobró del vodka de An.

—¿Tampoco recuerdas que estabas leyendo?

—¿Estaba leyendo? —me mira confundido, luego dirige la mirada hacia donde está su libro—. No recuerdo nada de lo que leí, voy a tener que releerlo.

Posdata [Emiliaco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora