Matteo
Todos estamos en la discoteca, y al decir "todos" me refiero a Edgar, Marcus, Francisco, Scarlet, el idiota de Antonio y yo; todos estamos dispersos por toda la discoteca, yo observo a lo lejos a Scarlet y Antonio, el cual susurra algo al oido a Scarlet y ella ríe; varias chicas se me acercan con diferentes intenciones, muchas de ellas bellas pero ninguna comparada con Scarlet, nadie puede ganarle a esos ojos hermosos que ella tiene, ella es única en todos los sentidos.
«Si ella se puede divertir con él, ¿por qué tú no?»
Recordé lo que me dijo Kevin hace unos días, me acerqué a la última chica que rechacé y la invité a bailar, ella accedió con una sonrisa, mientras caminábamos directo hacía la pista de baile, me pude dar cuenta de que ella era hermosa pero nada podía comprarse con Scarlet, sus ojos azul celestino, sus labios carnosos...
—Ey — me llamó la chica — ahora apagaran las luces ¿estás listo para la acción?.
Asentí y al instante las luces se apagaron, a excepción de las luces de colores y las luces de las mesas; ella empezó a mover sus caderas contra mi miembro, ella movía muy bien sus caderas, movía excelentemente sus caderas, sin embargo, no causó ningún efecto en mí, ningún erección.
Alcé mi vista y ahí estaba ella, Scarlet Frost, mirándome fijamente, en su rostro hay una sonrisa amplia, fruncí el ceño confundido y Scarlet rió.
¿De que se está riendo? ¿Qué le causa gracia? ¿Acaso no siente celos?
La chica agarró mis manos llevándola hacía sus caderas, alzó de nuevo la mirada hacía el asiento de Scarlet pero ella ya no estaba, ya no se encontraba; sentí como la chica se detuvo, soltaba mis manos y luego se iba; no le tome mucha importancia, pues yo seguía buscando con la mirada a Scarlet.—Me buscabas — escuche la voz de Scarlet cerca a mi oído y posteriormente sentí su respiración en mi nuca; ella apareció delante mío, puso sus manos en mi cuello.
—Scarlet ¿qué haces aquí? — pregunté nervioso al tenerla tan cerca, aún habiendo pasado varias cosas con Scarlet, ella aún me sigue poniendo nervioso.
—¿Qué, qué hago aquí? — preguntó extrañada — tu pregunta me sorprende totalmente, tú querías que esté aquí ¿no?,— ella lamió sus labios — por eso bailaste con ella, provocándome, incitando a venir.
—Scarlet, Antonio puede vernos y—
—¿Ahora le tienes miedo? — preguntó confusa — cuando hace unos días en la biblioteca lo retaste, tengo que admitir que ese lado tuyo lo desconocía completamente — ella se acercó a mí y remojo sus labios mirando los míos — y también tengo que admitir que ese lado también me excita — susurró en mi odio, lo cual hizo que una corriente recorra por todo mi cuerpo, una corriente llena de deseo, deseo de probar de nuevo sus labios, aquellos labios que me vuelven loco.— ¿Cuánto más vas a tardar para besarme? Ya perdiste tu autocontrol una vez ¿Que te detiene ahora, Matteo?.
Scarlet tiene razón no me detiene nada, ni nadie, así que haciendo caso a mis deseos la bese, la bese tan apasionadamente que llegue a sentir sus dientes contra mis labios; extrañaba poder sentir el sabor a cereza de su labial, extrañaba tenerla tan cerca, poder sentir como nuestras lenguas se unen y juegan es realmente maravilloso; mis manos se pasearon por su cintura hasta llegar a sus caderas, las cuales apreté acercándola hacía mí, ella envolvió sus brazos en mi cuello profundizando aún más el beso, mis manos siguieron bajaron hacía su trasero donde lo apreté, Scarlet soltó un gemido que se ahogó entre besos; por cada roce de nuestros labios, podía sentir como el deseo de tenerla cerca sin que ninguna prenda de por medio aumentaba, aumentaba sin control alguno.
¡Puta madre! Te extrañaba Scarlet Frost.
Sus labios se despegan de los míos, y por un momento me quejo pero al sentirlos en mi cuello suelto un jadeo, ella succionaba mi cuello, sentir como su lengua toca mi piel hace que suelte un jadeo realmente fuerte, pude sentir como Scarlet sonrió sobre mi piel —Buen intento haciendo que esa chica te baile, pero no funciono, no causó nada en ti, en cambio yo, yo hice que tengas una muy notoria erección con tan solo besarnos, — ella mordió el óvulo de mi oreja.— Te tengo en mis manos Matteo.
—Scarlet—
Las luces se prendieron y Scarlet ya no estaba, ya no se encontraba, es como si hubiera desaparecido entre toda la multitud, pero había algo que ella tenía razón, con tan solo besarnos me volvió loco, al punto de crearme una muy notoria erección.
«Te tengo en mis manos Matteo»
¡Joder sí me tienes en tus manos, Scarlet!.
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Scarlet Frost
Novela JuvenilLos Frost Una familia adinerada, misteriosa y según las malas lenguas, también peligrosa. Después de 10 años en Alemania, los miembros de la familia deciden volver a su lugar de nacimiento, un pequeño pueblo llamado Phembirt, sin embargo no será fác...