CAPÍTULO 22

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“Revancha”

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“Revancha”

Domingo, 10:30 am.

Lenna dijo que era mejor reunirnos en la mansión de sus padres en vez del departamento del campus y a mí me dio lo mismo.
La socialité se me mete por los poros con los universitarios pertenecientes a la estiradísima primera clase de Mónaco y ya estoy acostumbrada.

Me acostumbré a que me restreguen en las narices que cagan oro, rubíes o diamantes, pero también me voy adaptando a que tengo lo mío y no me achican, no me acojonan y no me intimidan.

Lenna, Lenna, Lenna.

Si a Lenna pudiera encajarle un tiro entre las cejas lo haría, porque en definitiva ella es todo lo que está mal en la vida.

Envidiosa, mal hablada. Es tan repelente y la odio tanto que permanentemente estoy conteniéndome de darle una paliza. 

Homofóbica, racista y de ideales de clases sociales bastante marcados. Asquerosamente marcados.

Detesta al negro, al asiático, al latino y a todo a aquel que no venga de su procedencia europea blue-blood.

Aborrece al gay y ni se diga de los que tienen menos que su familia.

Lo peor que se le pudo haber ocurrido a mi sexy profesor de Ciencias Políticas es haberme puesto a trabajar con la malparida de Lenna.

—Maritza —aplaude y vuelve a llamar a la empleada—. ¡Maritza!

Inspiro profundo, apretándome los puños en medio de mis piernas, mientras ojeo la opulencia del amplio living con tres juegos de sofá, decoración de cristal y mobiliario en vidrio de color negro.

—¿Señorita?

Una mujer mestiza aparece haciéndole una reverencia a la maldita malcriada, bajando la mirada y evadiendo la mía.

—Dos aguas Boss con jengibre, lima y stevia —vuelve a sacudirle la mano y le chita como si fuera su perro.

Y eso que ni al horrendo caniche esquilado que tiene le chita así.

Lo besuquea todo, lo llama princesita, le manda piquitos... Y ojalá que el perro se haya lamido las bolas y el culo antes de saludar a su jodida dueña.

—Stevia, ¿verdad Alex?

Con su acento amable y su semblante falsamente dulce aguarda por mi respuesta.

—Para mí agua sin nada —ignoro a Lenna dirigiéndome a la empleada—. Señora —la llamo y allí sí, alza la vista—. Por favor, agua sin nada —asiente—. Gracias.

Dancing in the Darkness © +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora