CAPÍTULO 16

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“Infiernos”

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“Infiernos”

Me quedo un momento en silencio, procesando todo lo que me acaba de decir, tragándolo como si fuese algo difícil de digerir.

Su pasado no lo hace menos hombre, ni menos patán, ni menos cabrón hijo de puta ¡pero híjole!, lo que le ha tocado a Ciro es bailar con la más fea.

Así lo defino yo.

No importa cuanto entrenamiento haya recibido ningún alma blanca aguanta eso.
Aprender a lidiar con el trauma es una cosa pero superarlo... Esto no se supera nunca en la vida. Nada de lo que me ha dicho se supera.

—No me tengas lástima —replica con severidad; midiéndome y escudriñándome con una ferocidad que me eriza la piel.

—No te tengo lástima —quito su mano de mi cara y me cruzo de piernas sobre la cama—. Quizá respeto pero lástima jamás. La lástima es un sentimiento de mierda que tira por tierra la autoestima de la gente.

—Bien —suelta de malas.

Está claro que le pesa hablar del tema. Está tensionado, serio, enojado.

No es el ardiente cabrón que me vuelve loca a diario. Su expresión es tan sombría como monstruosa. Es como si todos su demonios se escaparan de su propio infierno al evocar su pasado.

—Si te ibas a poner de mal genio, no lo hubieras hablado —le pateo el muslo, frunciendo el ceño porque su actitud de miércoles también me jode a mí—. Es más ni te hubieras quedado.

—Cuando sexualizan mis asquerosas cicatrices o bromean con algo tan grotesco es mi deber aclararlo. California jamás será un chistecito con el que voy a partirme de la risa.

—Pues acláraselo a cada zorra con la que te revuelcas porque de seguro que ellas se interesan en lo mismo y ni siquiera te molestas en gruñirle como un puto perro rabioso.

Enseguida me sale lo tóxico. ¡No puedo controlarlo en ningún aspecto de mi vida, carajo!

—Las mujeres que me tiro no me repiten más de dos veces —se excusa con naturalidad y altanería—. Con ellas no hablo, a ellas me las cojo. Suelen quedarse con las preguntas en la garganta, aparte de otras cosas. 

Vuelvo a patearlo. Esta vez más fuerte, haciendo que sus manos se cierren como tenazas en mi tobillo.

—Eres tan promiscuo.

—Soy igual a ti.

—Idiota.

Tironeo para que me suelte pero no lo hace. Va subiendo sus pinzas por mi pierna a la vez que me avanza.

—Cría de mierda —viene a mi boca y me besa. Despacio, probando mis labios, engulléndoselos entre los suyos—. Mi cría de mierda.

Lo empujo presionando su pecho.

Dancing in the Darkness © +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora