De un fuerte puntapié, el Diablo desestabiliza la silla que ocupa Dante. El fornido y tatuado lameculos cae de rodillas al suelo y se desploma, todavía sumido bajo los efectos del sedante natural.
Su cara se estampa en el piso, queda lánguido, haciendo cuanto esfuerzo puede para aunque sea mover los dedos de la mano.
Es en vano.
Cualquier intento de ellos es en vano y lo será hasta que yo lo quiera.
—Mira mira... —mi voz es captada por los ojos verdosos de Gaultier que me siguen con desespero—, lo que tengo guardadito para ti.
Del bolso saco un frasco de pastillas azules, un mortero y un pequeño cuenco.
Machaco el viagra hasta volverlo polvo y formo un jarabe azulado que luego es aspirado por una jeringa.
La ira con que mi cómplice toma a su victimario es desbordante. Le clava los dedos en la cara, echándosela hacia atrás y a la mala le abre la boca, volcando el afrodisíaco en su interior, apretándole la garganta para que trague hasta la última gota.
—Cuando el estramonium pase, las ganas de follar te volverán completamente loco —le susurro al oído—. Y que lo hagas será tu sangrienta ruina.
Con brusquedad Ciro lo suelta y en el movimiento, la frente de don Lorenzi impacta contra la mesa, marcándole un surco que va de lado a lado en su cara.
—¿Lo quieres al trastornado? —pregunta su tono tan sombrío y tiránico.
—Por favor.
Lo toma a Dante por la incitadora musculosa arcoiris y lo levanta del suelo. No espera a que este reaccione; le aplica una inyección que le hace soltar un gutural jadeo. Una mezcla de narcóticos, speed y oxicodona que, lo puede matar de un paro fulminante o por el contrario sacarlo completamente del limbo al que el yuyo lo indujo.
Ocurre lo segundo, por la forma en que el hijastro de los Lorenzi jadea, parpadea y con estupor, se sacude.
—Por el tiempo que llevamos siendo conocidos te voy a dar una oportunidad —digo con melosidad, palmeando su ancho y entintado brazo—, pero para ganártela vas a tener que demostrarme que quieres lo mismo que yo.
—Alex... No me mates —pide en un murmullo—. Por favor, no me mates.
—Pues eso dependerá de ti y únicamente de ti —entre palmaditas suaves lo guío hacia la silla que ocupa su desquiciada madrastra. La misma que desnuda, mal herida, maquillada y con un pesado collar de perlas naturales permanece muda, absorta, catatónica más allá de la hierba.
Está en shock absoluto pues la momia de su hijo, el que albergó en un santuario por más de veinte años ahora no es otra cosa que brasa y cenizas dentro de un cesto de basura.
—Mírala Dante —le susurro, cual veneno perforando la carne. Como el arsénico quemando la dermis. Cual flautista de hamelín encantando a su asquerosa rata—. Mírala bien. Concéntrate... —retiro la silla de Lorena, exponiendo su presencia frente al primer victimario de Pía—. ¿Acaso no le recriminarás nada?
Entorno la vista hacia el rostro de Lorena Lorenzi, enfilando la barbilla del perro que hoy también recibirá lo que se merece.
—¿No tienes que soltarle tus mierdas Dante? —mi nariz repasa el cuello del fitness boy—. Ella que tantas veces te manoseó cuando niño. Que te compraba con golosinas para que no le contaras a tu padrastro que también era una depravada. Te sobornaba, Dante. Te contentaba con caramelos y te toqueteaba cada vez que pedías ir a la piscina. Cada verano que pasabas con la única figura paterna que la vida te dio, llegaba Lorena a dañarlo todo —empuño el cepillo de pequeñas y afiladas púas, apuntando con él a la asquerosa mujer—. Tenías cuatro cuando Lorenita te enseñó a agarrarte el miembro para orinar. Cuatro años cuando esa enferma que ves allí, te hizo un oral...
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Dancing in the Darkness © +21
General FictionLIBRO 1 DE LA SAGA DEVIL'S DANCE Harta más que acostumbrada, a vivir bajo la sombra de sus hermanos decide mudarse a Mónaco con el pretexto de renovar sus rumbos, inscribirse en una nueva Universidad y culminar su maestría en psicología. Mujer de t...