CAPÍTULO 31

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“Sugar Daddy”

CIRO

—¿Y este quién es?

Me paro detrás del policía acomodando mi blazer de lino.

—Abogado y fiscal.

El infeliz se da la vuelta y me mira de arriba hacia abajo alzando una ceja, cuestionando en gestos lo que acabo de decir.

—¿Abogado de quién? ¿Y fiscal de qué? En Mónaco no nos regimos por fiscales muñequito de pastel —vuelve a girar—. Aquí sólo hay jueces.

—Para que existan los jueces, deben haber fiscales y para que hayan fiscales tienen que existir abogados. Es el nivel de mando en la pirámide pero claro, qué vas a saber si solo eres el pobre perro de los mandados. Se entiende tu ignorancia.

Busca increparme e intimidarme con su porte de policía amedrentador y es tan imbécil que no capta que le hago frente a lo que sea. Que a mí no me acojona nadie.

—¿Vas a decirme algo? —lo desafío—. Porque si sólo te vas quedar pasmado viéndome, sigo mi camino.

—Para entrar a interrogatorios se debe contar con mi permiso. No lo tienes.

Esbozo una sonrisa que al final se transforma en carcajada.
Una mujer me mira y otros dos efectivos captan atentamente lo que pasa.

—El perro de los mandados se encarga de eso, de lamerle las pelotas a los rangos más altos —le palmeo la espalda—. No otorga permisos ni ninguna otra mierda. Ahora si me disculpan, tengo un interrogatorio que presenciar.

Un policía se me viene encima queriendo interceptarme e impartir respeto por vestir de azul, portar arma y llevar una placa.

Esta generación no tiene ni la más pálida idea de que el respeto del policía se gana en la calle, recibiendo golpes, repartiendo balas y justicia, aguantándose atrocidades, resolviendo casos jodidos y adaptándose a ver aversiones a diario.
Ser policía no es estar parado en la puerta de una estación rascándote los huevos, bebiendo café, comiendo donas y pensando que eres el superhéroe de la sociedad sólo por haber salido de la academia.

Dancing in the Darkness © +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora