FINAL

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"SANGRE DE DRAGONES"

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"SANGRE DE DRAGONES"

Como si una descarga eléctrica hubiera calcinado mis terminaciones nerviosas salto de la cama, quedando de culo contra el piso.

Mis manos están salpicadas de sangre; su sangre y pese a que el vestido es rojo, se puede sentir la viscosa y metalizada humedad de la tela.

—Mátame —lo escucho, mas no lo veo.

No puedo. No quiero.

—Mátame asquerosa... Cobarde.

Mi mente se pone en blanco y me abrazo a las rodillas, soltando el cuchillo que permanece a mi lado, en el suelo.

—Sólo tenías que ser un hombre normal, mostrando una atracción normal por una mujer normal.

Mi cabeza no deja de repetir y cuestionarse qué fue lo que hice.

Pero es que no había margen de decisión. El agobio era muy grande, los daños inmensos y los colaterales aún más.

Tarde o temprano acabaría enterándose del aborto.

Tarde o temprano me llevaría puesta sin un ápice de benevolencia.

Walker nunca me iba a dar el derecho de elegir qué rumbo tomar en mi vida. Para el Diablo sólo había una salida y era, a la buena o a la peor, estar a su lado hasta que él y solamente él lo creyera conveniente.

—Si no me liquidas ahora, pedazo de mierda —se toma su tiempo y cada segundo duele. Él nunca lo supo pero su nombre estuvo en mi lista. Desde que indirectamente fue responsable del ataque de Jerry, su nombre formó parte de la hoja. Tuve dudas, tuve miedo, sentí tristeza pero bastó la noche del desmayo y la matanza del sótano para entender que sí o sí, esto se trata de uno u otro. No hay espacio para los dos en este mundo y aunque mis días los tenga contados con los dedos de una mano, quiero vivirlos a mi modo. A mi amargo, enfermo y ausente modo—... Si no me matas, me re... Pondré y te voy a buscar, hasta debajo de las piedras.

No retengo el llanto. No lo aguanto. Se me caen las lágrimas sin cesar y no finjo la congoja. No quería llegar a esto, pero era de vital importancia.

Entre nosotros no había oxígeno. Todo contaminaba.

—Perdón... Perdón.

La puerta del departamento es azotada con fuerza y me levanto del piso de un brinco.

Evito reparar en su agonía, en el odio que destila, en la contrariedad que trae en sus apagados ojos azules.

—¿Qué hiciste, Lex? —mi hermano entra con prisa y agitado repara en el Judas que se encuentra en el limbo de su propia existencia.

—No pude soportarlo —Liam me toma de las muñecas, dando vuelta mis manos para reparar en mis palmas—. Él... Él me tenía atada —empiezo a negar con desenfreno—. Él nunca me iba a dejar en paz.

Dancing in the Darkness © +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora