CAPÍTULO 65

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“Vanilla Flavor Revenge”

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“Vanilla Flavor Revenge”

NARRADOR OMNISCIENTE

Acomoda su larga capucha negra y avanza con agilidad por la acera. Se mueve como una gacela en la silenciosa oscuridad nocturna y da varias vueltas a la manzana deteniéndose frente al porche de Eloise con suma discreción.

No agita el avispero antes de tiempo.

Inmersa en la lúgubre bruma de su indumentaria a tono con la fresca noche que azota Mónaco, se sienta en el mural de la casa lindera.

Allí acomoda su bolso y en la penumbra ve salir a la dueña de casa.

El dragón se ha tomado el tiempo de fraternizar con el ama de llaves de los Lorenzi. No lo ha hecho directamente pero sí ha estudiado sus pasos, sus rutinas, sus hábitos y Liam, ha sido su principal cómplice para poder llevarlo a cabo. 

A las nueve en punto, Eloise sale a realizar las últimas diligencias del día y le toma una hora regresar con bolsas cargadas de verduras y pasteles.
Al marchar coloca el manojo de llaves bajo el felpudo de la entrada pues algo que siempre mencionaba Pía de esa mujer, era su paranoia a perderlas y dormir fuera de su hogar.

La ninfa balancea las botas, golpeando los talones en el concreto gris.

Eloise no tiene mascotas que alteren su entrada. Tampoco tiene marido ni parientes cercanos, sólo cuenta con su hija Marilyn, con la cual trae una pésima relación.
La niña se crió con su padrastro, ex esposo del ama de llaves, quien se llevó a la infanta a vivir a Francia cuando apenas tenía nueve.

Botó una hija y maltrató hija ajena.

La camioneta gris; una Toyota Hilux de vidrios ahumados desaparece por las calles y Alexandra no pierde detalle. Las luces traseras se distorsionan pero la joven opta por quedarse sentada unos minutos más.

Hoy no tiene tiempo para nada que no sea esa mujer.
Hoy sus garras ensangrentadas estrujarán el alma de otra víctima y el calendario le está jugando en contra. Cada vez falta menos para la gran cena en la propiedad de los Lorenzi y Eloise debe recibir su castigo de forma individual.

Es fácil.

Será como si se la hubiera tragado la tierra...

O el mar.

Alguien toca su hombro de imprevisto, no obstante el dragón ni miras tiene de haberse sobresaltado. Está tan concentrada y atenta a su entorno que ya lo vio venir.

—¿Te puedo acompañar? —su hermano se sienta en el mural, justo cuando ella decide bajarse.

—Regresa a casa —la voz vuelta una fría brisa sale de las penumbras que esconden su capucha. Tela deportiva que no deja ver su pelo, sus ojos ni siquiera sus labios—. Date un baño, cena algo delicioso y descansa —las manos enguantadas se estiran, acariciando la barbilla del joven, quien preocupado por su hermana menor se muestra reticente a irse—. Esta es mi noche. Sólo mía... Y yo decido a qué acompañante aceptar —le palmea la mejilla.

Dancing in the Darkness © +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora