CAPÍTULO 35 Parte II

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Secrets, Disloyalty and Abominations”

CIRO

Tomo tanto aire como puedo y nunca, ni por un sólo instante dejo de presionar el muslo de la cría sentada a mi lado.

Sé que se enfadó, me mandó a la mierda y evitó que la tocara pero ella es demasiado visceral y su sangre se agita con agilidad y rapidez... Y hay asuntos que a los golpes no se solucionan.

Hay cosas que se arreglan en sigilo; como ahora donde todos se retiran al bar pues comieron hasta el hartazgo y deciden meter alcohol al sistema para terminar de rematarse.

—¿Vas a venir mi amigo? —Gaultier de pie a mi costado palmea mi hombro—. ¿O es que una niña quince años menor te tiene de las narices impidiéndote juntarte con los hombres? —Cherry rechina los dientes, su crispación es fulminante y su manera de volverse hacia Lorenzi para soltar vaya uno a saber qué, es lo que me lleva a apretarla con mayor fuerza, sabiendo que este será otro moretón que tendré que lamer y curar cuando estemos a solas—. Cuando me dijiste que había una mujer a la que serías capaz de llevarle el desayuno a la cama jamás imaginé que se tratara de la misma que comparte departamento con mi hija. ¡Qué curioso!

Tomo aire y con severidad lo miro directo a los ojos.

Ojos de mentiroso hijo de puta, de traidor de mierda, de gusano malparido.

—¡Qué curioso que... —la pellizco, impidiendo que continúe.

—Adelántate, Gaultier —indico—. Enseguida te alcanzo.

Las personas se esparcen por todas partes y Alex atina a levantarse cuando su amiga lo hace.

—No —intervengo, abandonando su muslo para hacerme de su brazo—. Déjame a mí.

Sus ojos ciclónicos se debaten entre el enojo y la confusión. Centellan y a su vez la coloración de sus iris cambia de tonalidad en segundos, pasando del azul al verdoso, de un verdoso al castaño repitiendo el ciclo de la misma forma que lo hace el curso de una ola.

—No llego a comprender cómo eres amigo de un sujeto que se pasa por el culo la felicidad de su propia hija. Ni entiendo cómo te da el estomágo para compartir un trago con alguien así.

—Tal vez porque uno se engaña con la gente —replico, retirando mi silla—. De la misma manera que para ti Gaultier Lorenzi era un Dios del respeto y la admiración, ¿no? Lo era hasta recién, que se te desmoronó la torre del director viendo cómo trata a su primogénita.

Dancing in the Darkness © +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora