CAPÍTULO 41 Parte II

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—¿Todo está en orden? —me acerco a la mesa que da al ventanal. Teclea cosas en una laptop ultra delgada, fuma sin parar y en él cada molécula exuda enojo—. ¿Diablo?

Me detengo tras la silla que ocupa y aprieto sus hombros dándole un firme masaje.

—Todo está en orden.

Envía un mail que no alcanzo a leer y cierra la computadora.

—¿Por qué siento que me estás mintiendo?

Suspira con suma tensión y basta el gesto corporal para ponerse en evidencia.

—Porque te estoy mintiendo —lo admite a secas. No le pesa engañar pero mucho menos le pesa asumir el engaño. Así es el Diablo.

—¿Me lo quieres decir? —inclinándome, hundo la nariz en el recoveco que proveen su cuello y su hombro, besando la piel tibia y perfumada.

—¿Lo quieres escuchar?

—Si es respecto a Charlotte...

Avanzo a su garganta y nuez gruesa.

—Se trata de Pía —el dato me congela en el acto.

Es inmediato el alejarme, rodear la mesa y fijarle la vista a su semblante endurecido e inescrutable.

—¿Qué pasa con Pía?

—Voy a ir a Los Ángeles... A ver a un antiguo colega de mi padre. Un Juez de Corte retirado, que tomó el caso de los RainbowChildren y los asociados vinculados al tráfico —se me seca la garganta; directamente no puedo ni tragar saliva—. El Congreso me ofreció un puesto que no es distrital ni estatal y se encarga de supervisar y gestionar fiscalías regionales.

—¿Eso...

—Me dará el poder de tomar casos, reabrir casos y estudiar casos en diferentes Estados. No tengo jurisdicción asignada por ende seré libre de ir a Cortes y Procuradurías, incluso investigando archivos concluidos o prescritos si lo deseo.

Uno más uno son dos.

No hay que ser muy astuto para leerlo entre líneas; retomará el asunto de California.

—Lo haré —adivina mi pensamiento—. Este Juez le hizo el favor a mi padre de exonerar a Gaultier y con eso su legajo en Baja California quedó sobreseído.

—¿Porqué... Te vas a reunir con ese tipo?

Inspira profundo y a mí los nervios empizan a picarme en las manos.

—Porque él me dará todas las carpetas archivadas del caso. Las declaraciones de cada involucrado, evidencias, mi propia declaración.

—De algo que sucedió hace once años.

—Sí, pero sin importar qué tanto tiempo transcurra, Pía continúa siendo una víctima de secuestro y tráfico.

—¿Qué es lo que vas a hacer?

No consigo retener la pregunta y la respuesta gestual pareciera anticiparse al habla.

Su mirar se enturbia. El brillante zafiro de sus ojos se mancha de un azul oscuro y sus facciones se convierten en hielo.

Rudeza, hostilidad y una aterrorizante expresión de calma lo inundan.

—Voy a llegar a la familia biológica de tu amiga—el pecho se me oprime; por un momento se me dificulta respirar—. Voy a buscar declaración por declaración a cada persona en el registro nacional de desaparecidos. Voy a cotejar fechas, hospitales, nacimientos...

Empiezo a negar, apoyando las manos sobre la mesa.

—No sabes cuándo la raptaron. Tampoco sabes si fue de bebé o de niña...

Dancing in the Darkness © +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora