CAPÍTULO 60 Parte II

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Dejo el bolso en la mesilla y el arma escondida bajo la cartera.

Mi estómago ruge pero no es de hambre. Es por la imperiosa y simple necesidad de comer cuánta porquería haya en el bufete para bajar esta desazón que me trae trastocada.

El pulso aún no desacelera. Siento rabia, enojo, celos y ganas de llorar del coraje que me dio esa mujerzuela.

Mujerzuela.

Que bajeza la mía decirle así.

Ni siquiera sé porqué esto me afecta tanto. Porqué permito que me afecte de semejante manera.
Ciro es un cabrón y ella, al parecer una revanchista que le gusta exhibir el trofeo que se ha ganado.

Sin embargo...

Él me hizo una promesa.
Él era un sujeto leal y transparente.

Pero resultó que la perra transparencia se le esfumó con su nueva y perfecta vagina llamada Rebecca.

Siento que lo odio. Lo odio porque vine aquí por ayuda; por su ayuda. Porque a pesar de todo confíaba en él de la misma forma que confío en Liam.

Ahora, por culpa suya y de la desubicada esa voy a romper mi dieta.

Cabreada por mi desbarrancada ruptura de la alimentación balanceada agarro el teléfono inalámbrico y marco a recepción.

—Buenas noches. Soy huésped de la suite 615. ¿Me comunica con el restaurante por favor?

—¿Encargará o reservará?

—Quiero servicio a la habitación.

—Perfecto. ¿Cargamos a la suite?

—Sí.

—Enseguida le comunico.

Se hace silencio en la llamada y la voz de un hombre suplanta la de la recepcionista.

—Quiero servicio a la habitación —repito.

—¿Desea conocer nuestros platillos premium?

—Deseo pizza; mucha pizza y un menú con carbohidratos.

—¿Pasta? ¿Risotto? Tenemos un especial de risottos con camarones que...

—Perfecto. Un risotto es estupendo. ¿Y dulce? ¿Qué me puede ofrecer dulce?

—Una mousse de coco acompañada de mermelada de frutos rojos, praliné de cítricos y helado de maracuyá...

—¿Qué tal es la porción?

—Para un comensal estará bien...

—Que sean dos. Y dos botellas de vino tinto.

—En unos treinta minutos llegará a su suite, buenas noches.

Corto, soltando un apesadumbrado suspiro.

Me fui a la verga. Mañana saldré a dar cincuenta vueltas alrededor de las piscinas. 

Me encamino al baño, me quito la ropa mojada y me doy una ducha. Dejo que la loción de cerezas se impregne en mi piel y cuando el frío de la lluvia es sustituído por el calor del lluvero, salgo.

Saco de mi valija las bragas que tengo al alcance y me envuelvo en la bata satinada cortesía de una de las suites más completas del hotel.

Es tan sedosa que aunque anudo el listón con firmeza, la tela resbala y este se termina deshaciendo, abriéndose y enseñando parte de mi cintura, mi abdomen y el orillo de lycra y encajes carmesí.

Dancing in the Darkness © +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora