CIRO
—¿Desea ordenar, señor?
Miro la carta y miro a la moza; una infernal moza morena de revoltosos rizos y escote pronunciado.
—Estoy esperando a alguien —cierro el menú y se lo devuelvo—. Tráeme un brandy, por favor.
Vuelco la mirada a mi Rolex; son 13:28
—Por supuesto —la empleada se da la vuelta dignándose a recorrer otras mesas de su sector y a otros comensales.
Mientras aguardo me cruzo de piernas, jugando con la caja de cigarrillos en lo que veo entrar a un nuevo cliente.
Intento no inmutarme con su estelar aparición. Mi expresión no cambia, se mantiene seria e inalterable; tan fría como un glaciar y en calma como un Buda.
—¿Llegué tarde? —le sonríe al camarero que la guió y luego me sonríe a mí.
—Para nada —contesto—. Puntual como siempre.
Apoya la cartera en una amplia mesa de vidrio y manteles ocres. Una Fendi de cuero blanco y cadenas doradas. Cadenas que me ponen a tragar grueso.
Esta mujer me va a matar con tanta cosa pecaminosa que me hace pensar.
Rechaza el ofrecimiento del mozo en retirar la silla para ella y pide una limonada sin azúcar.
—¿Vas a acotar algo? —pregunta, acomodándose frente a mí.
—Es inusual... Pero no voy a acotar nada, descuida.
Con picardía llama al mozo antes de que este desaparezca y añade a su orden una copa de vino rojo. Una cava añeja, más merlot que tannat.
—Mejor —suspira sin perder la algarabía y quita de sus hombros el fuego vuelto hebras que hoy le cae completamente lacio—. ¿Almorzaste?
Está de buenas; realmente de buenas y no lo disimula. Conmigo Cherry no sabe fingir, lo que me preocupa. Dada su volátil inestabilidad me intriga la causa de tan grandioso humor.
—Te estaba esperando.
Su sonrisa se ensancha y sus labios que siempre van de cereza hoy exhiben un tono nude que le sienta de maravillas. Luce tan natural que el color celeste de sus ojos tormentosos resalta más que de costumbre.
—Después de sentirme completamente ignorada, que me hayas invitado a almorzar se me hizo... Raro —de forma coqueta pestañea—. Y yo tampoco almorcé, por cierto. Sólo tuve tiempo tomarme un café desde que me levanté.
Alzo ambas cejas, reparándola en un sutil escudriño—. ¿Se te hizo... Raro?
—Sí; raro.
Chasqueo la lengua, negando con indiferencia—. Quería verte, mi vida. No le des mucha vuelta a eso.
ESTÁS LEYENDO
Dancing in the Darkness © +21
General FictionLIBRO 1 DE LA SAGA DEVIL'S DANCE Harta más que acostumbrada, a vivir bajo la sombra de sus hermanos decide mudarse a Mónaco con el pretexto de renovar sus rumbos, inscribirse en una nueva Universidad y culminar su maestría en psicología. Mujer de t...