CAPÍTULO 57

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“Coronas”

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“Coronas”

Cierro mi laptop, cuelgo mi bolso al hombro y con recelo miro la puerta del baño. Está entreabierta y el vapor emana desde allí, colándose hasta mi habitación.

Anoche estuve horas dentro de la bañera y temprano en la mañana igual.

No me puedo sacar el asco de la piel; es como si lo tuviera impregnado. Me repelo y al mismo tiempo, mientras las náuseas me revuelven el estómago sopesando que el juego del Burlesque se volverá a repetir no dejo de retorcerme con el cosquilleo que recorre mi espina dorsal.

Voy a meterme a Kenzo en el bolsillo y nada importará más que eso. Terminaré de mierda hasta la coronilla pero sacrificar la luz para alcanzar el equilibrio merecerá la pena. Por Lula y por Pía, ir a cualquier recóndito y oscuro lugar y cometer aberraciones que atentan contra mí misma valdrá siempre la pena.

Cruzo mi bolso de tira gruesa y agarro la llave del coche.

Kiara me quería a mediodía en la agencia pero tuve que cancelarlo. Alguien más me citó en un café y no seré impuntual.

Después de la reunión iré directo al set, cumpliré con mi jornada y haré la sesión con la misma marca que me contrató en Milán; marca que ha surtido mi closet de ropa cuya confección italiana es exquisita y cara; sobre todo cara. Balenciaga es de la alta parte de la pirámide de la moda y me honra volver a trabajar con ellos.

Tiro la taza de café al fondo de la pileta, escondo mi nueva notebook, y la que suelo usar a diario para estudiar la dejo cargando.

El infame pedófilo de Gaultier traspasó mi concurrencia universitaria a clases online diferidas. Cuentan con mucha carga horaria, pero solo las recibo dos veces a la semana y los temas son resumidos.

Puedo asumir que las cosas se van acomodando a mi gusto. Lo hacen de a poco pero con seguridad.

Camino a la puerta y abro.

—¡¿Pero qué...

Cierro de una, en sus narices, me tomo unos segundos y vuelvo a girar el pomo.

—No lo vuelvas a hacer —pone el pie, trabando mi oportunidad de dejarlo del lado del pasillo.

—Se supone que estás en Londres.

—Se supone que estás de duelo.

Lo observo con desconfianza.

—Lo estoy —apunto.

—¿Por qué vas a diario a ese bar?

La pregunta no tiene adornos. Es frontal. Tan frontal como Liam Donnovan.

Dancing in the Darkness © +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora