CAPÍTULO 28 -Parte II

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ALEX

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ALEX

—¿Cómo está ella?

Aguardo para cruzar la calle. El semáforo no me lo permite y ando muy mal dormida; estoy desatenta, torpe y a duras penas logro coordinar mis pasos.

—Sus padres se fueron hace un rato y Val sigue aquí. Salió a comprar café.

Ahogo un bostezo avanzando hacia la otra avenida.

—Pero Lula... Quiero saber cómo está Lula.

Sueno como histérica, pienso como histérica y siento como una maldita histérica.

—Es un fantasma qué quieres que te diga, ya la viste. Nada cambió desde anoche —baja la voz—. Como si su mente estuviera desconectada de su cuerpo.

Claro...

Es muy claro que nada va a cambiar en un par de horas. Que le llevará meses salir del trance y que de su boca no sabremos nunca detalles.

Dios.

Me pasé la noche deambulando en urgencias. Entrando a su cuarto y aplastando el culo en una silla al lado de Lula. Calmándola en cada sobresalto siempre que acercaba la mano para acariciar la suya. Fui y vine toda la madrugada y hasta primera hora de la mañana que Pía me relevó.

Así lo acordamos.

Ella descansa en las noches, yo vigilo a nuestra amiga, y a las seis hacemos el cambio; Lorenzi entra, yo me largo; esto mientras dure su hospitalización.

—¿Tampoco te dirigió la palabra?

—Sólo me aceptó la bandeja con el desayuno, pero ni siquiera me miró —ambas suspiramos a la vez—. Hay que adaptarse.

Lo decimos al unísono.

Hay que tenerle paciencia y esperar por lo que pueda decir Judas.

—¡La gran mierda! ¡Eunuco idiota! —le enseño el dedo del medio al imbécil que me pasa fino con su carro, lanzando bocinazos cuando no llego a la otra calle antes del rojo.

—¿Estás bien?

Mi boca se transforma en cloaca cuando el estúpido me grita que vaya a casa y me dedique a planchar, lavar los platos y limpiar los dormitorios.

—¡Casi me atropella ese maldito tarado! —con prisas avanzo por la avenida y me detengo en la portezuela ya abierta para mí—. Oye Pía te llamo luego, tengo que irme a la agencia y de ahí a la sesión de fotos.

—Cuídate, ¿si? Nos hablamos en un rato.

Lorenzi corta y por poco me desplomo en el asiento del copiloto.
Vuelvo a bostezar, regocijándome en el fuerte aroma a café que llega a mi nariz.

—Capuccino bien cargado —su mano grande me tiende un vaso termico de Starbuck's.

—Gracias —bebo un sorbo aunque hierva, y mi cuerpo lo agradece. Agradece la cafeína y le agradece a él, el gesto.

Dancing in the Darkness © +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora