CAPÍTULO 26

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“Deudas de Sangre”

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“Deudas de Sangre”

Cierro la ducha, me seco y por mi cuerpo se desliza la bata de seda perlada.

Salgo al cuarto en suite y lo veo con la suya puesta.

Me pesa admitir que el tono satinado entre blanco y beige, cirñéndose en su espalda y marcando músculos a través de la tela es una de las cosas más placenteras de admirar.
El contraste de colores entre la bata, su piel y su pelo es una gama de exquisita visualización.

Inspiro profundo.

Vuelvo a inspirar.

Coger es fácil y sabroso, lo difícil es que al no hacerlo pienso en la posición en que estoy respecto a este hombre: posición desigual e inferior.

Bajo las escaleras hacia lo que conforma el living, en donde permanece Judas, de espaldas a mí, colgado a su teléfono y jugando ociosamente con el vaso de Ciroc.

Mis pies no emiten ruido ninguno. En el más absoluto silencio me acerco, escuchando partes de la conversación que mantiene.

Habla de Washington. De una oferta que le llegó. De una reunión de carácter urgente que debe mantener con alguien.

Se me contrae el estómago imaginando que podría tratarse de Charlotte; de que la oferta sea para que regrese a destronar a mi hermana.

Se incorpora y el corazón se me da vuelta.

—Primero tengo que encauzar el divorcio con mi esposa —breve silencio reina—. Confirma la cita y hazle saber que me interesa. Me interesa oír y proponer. Luego envíame el contacto por mail que yo me encargo de dialogar con ellos.

Corta y gira, viéndome a los ojos.

—¿Vas a regresar a Seattle?

Parpadea, enfilándose el vaso a la boca.

—Lamento haberte dejado en la ducha —dice evadiéndome—. El teléfono no paraba de sonar y cuando alguien llama con tanta urgencia no debe ser ignorado.

—¿Vas a regresar a Seattle? —repito.

Judas suspira, sirve otro vaso de vodka y me lo tiende. Vaso que rechazo con dureza y hostilidad.

—Sí, voy a volver.

—¿Cuándo? —sonríe y trago grueso—. ¿Cuándo?

—No lo sé. No será mañana, ni pasado y puede que tampoco sea para dentro de un mes —hunde los hombros—. Vas a venir conmigo, descuida.

Empiezo a negar con frenesí.

—Voy a ir a mi hogar para vacaciones —achino la mirada—. Sólo para vacaciones y sola. Completamente sola.

—Bien —dice sin más.

Pero sé que no me está concordando. Sé que se está tejiendo algo.

Dancing in the Darkness © +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora