CAPÍTULO 52

5.7K 731 245
                                    

“Dancing with the Devil”

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

“Dancing with the Devil”

El pitido zumbando en mi oído me molesta al igual que la posición.

Abro los ojos tan despacio que duele.

Todo me duele.

Cabeza, corazón, extremidades. Parece que me hubieran dado una paliza pero no; es peor que eso.

Me enderezo y empiezo a quitarme las vías. La de la muñeca primero, las de mi nariz después. No me importa arrancar el catéter de mi muñeca, incluso ignoro el reguero de sangre que corre por mi mano.

—No, no hagas eso —alguien procura frenarme pero estoy emperrada en sacar estas mierdas e irme a la verga. No lo grito, ni siquiera lo susurro solamente necesito irme. No sé para qué me trajeron en primer lugar—. Bebé no te las quites.

Es él.

Lo veo de soslayo tras deglutir su sensual tono de voz, cuando la bruma de mis ojos se disipa.

—Ella —mascullo—... Cómo está —el Diablo se tensa, respira profundo, rasca su barba cada vez más espesa y aferra la mano a la mía entubada—. Cómo está Pía, Ciro —repito en tono helado.

Apoya una pierna en la cama, sentándose a mi lado, pero me alejo cuanto puedo de él al intuir lo que va a decir.

—No la reanimaron, cosita —rechina los dientes, cuadra la mandíbula, me evade por un segundo para terminar de destrozar mi vida al repararme con sus dos perlas zafiro—. Murió por sobredosis.

Junto las rodillas y las abrazo como si fueran las mismísimas Lula y Pía. La sábana blanca, pulcra y acartonada del cuarto se adhiere a mi piel cubierta apenas por un camisón de hospital.

—Tendría que haberme muerto también —me balanceo pues es la única manera que tengo de descargar el ardor en mi pecho. Ardor que va quemando vísceras, tripas, esófago y hasta mi lengua—. Tendría que haberme liquidado cuando estaba justo a su lado.

Imponiéndose a la distancia se aproxima. Su humanidad tan amplia, dura y caliente me envuelve, sus brazos cierran mi espalda y su beso se planta en mi frente.

—No vas a morirte. No te voy a dar el gusto.

Restrego la nariz en su playera azul, aspirando el fresco aroma de su loción.

Permanezco en quietud dejando que su abrazo contenga, aunque de contención realmente no tenga nada. Es el calor que transmite lo que me aplaca, lo que me silencia por completo en lo que mi mente viaja a cientodiez mil.

Pía, Lula. Lula, Pía.

Sus cuerpos.

Dos escenarios diferentes, un mismo final.

Dancing in the Darkness © +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora