CAPÍTULO 53 Parte I

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“Pendrive”

—¿Por qué tienes que venir a este lugar?

Trago como puedo y ojeo de soslayo al perro fiel que me acompaña a la puerta.

—Porque es mi lugar.

Se queda en silencio, sopesando mi respuesta. Una respuesta concreta.

La mano me tiembla al sacar de mi bolsillo las llaves. Es de noche, pasé todo el día yendo y viniendo, de un maldito sitio a otro, llorando como una niña débil y abandonada, ahora tengo que entrar al departamento del campus porque recibí la puta intimación de la comisión universitaria.

Gente sin tacto; gente de mierda.

Me dan un plazo de setenta y dos horas para sacar todas nuestras pertenencias. Todas. Las mías, las de ellas.

No importa duelo ni procesos. El mundo continúa y te lleva puesto si no te amoldas a su vertiginoso y despiadado ritmo.

—Puedo contratar a alguien que lo haga.

Me frena, interponiéndose entre mi cuerpo y la puerta abierta.

—Nadie extraño vendrá a hurgar en sus cosas. Primero le corto los dedos al que sea, antes que eso pase.

—Es por ti pendeja bruta. Porque esto no te hace bien a ti. No seas cría burra.

Tendría que mandarlo a cagar pero me contengo. Simplemente inhalo, y voy soltando el aire de a poco.

—No me martiriza lo que al resto puede llegar a torturar. Sé que Lula murió aquí —entro y me desplazo hacia la cocina. Ya no hay cintas amarillas, no hay sangre, abunda el desorden pero ningún indicio de que en este sitio se cometió un asesinato—. Sé que la mataron acá —me paro en el lugar donde la encontré ya sin vida, desfigurada por los golpes, completamente ensangrentada—. Pero no me acojona la amargura de saber que en donde estoy justo ahora, a ella la atacaron.

Ciro parpadea varias veces. Tan robusto, tan amedrentador, tan intimidante, hijo de puta y tan supersticioso al mismo tiempo.

—Sólo pienso que...

—Es un alma —lo corto, tajantemente—. Un alma hermosa, increíble. Un alma blanca que está en pena y lo estará hasta que yo masacre con mis propias manos a su ejecutor. No me asustan los fantasmas, Walker. Me asustan los vivos, los falsos, los canallas, los embusteros. Esos sí que me aterran.

—Bien. Como quieras, Cherry. Como quieras.

—Si tanto te atemorizan los muertos puedes esperarme afuera.

El Diablo se cruza de brazos y achina la mirada. Va retrocediendo pero nunca quita sus ojos de mí.

—Te voy a esperar afuera pero no por miedo. Yo no soy cagón, lo hago por respeto.

Dancing in the Darkness © +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora