Cap. 2 - La monja (7)

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7

Al interior de una lujosa limusina, Álvaro Capote viste un elegante traje de gala lleno de brillantes y, cubriendo su rostro, un antifaz. A su lado, Cecilia se ve radiante disfrazada de Marilyn Monroe. Ambos van camino al Hotel Arcadia, en el cual el italiano dará una gran fiesta de disfraces, donde sólo gente adinerada puede asistir.

—Mi amor, esta noche quiero que te diviertas como nunca –le dice Álvaro a su futura mujer, besando su mano.

—Mientras esté contigo, estaré bien –responde la muchacha, dándole un beso en la mejilla a su pareja.

—Cecilia, te digo desde ya que si vengo a este evento es porque pretendo cerrar un importante negocio con Adel Assem. No quiero que nada arruine lo que vengo planeando hace meses.

—¿Y crees que yo podría arruinar algo?

—No quise decir eso –corrige el hombre, acomodándose el cabello—. Pero prefiero que te mantengas alejada de mis negocios. Tú sabes que no me gusta que las mujeres se metan en estas cosas de caballeros.

Cecilia se queda en silencio, seria. Le encantaría que su pareja confiara un poco más en ella.

—Lucas vendrá. Ya le dije que estuviera contigo durante la velada, para que no te sientas sola.

A la rubia no le hacen mucha gracia las palabras de Álvaro. Tendrá que aguantar durante toda la noche las preguntas molestas del joven.

—Tienes claro que tu asistente no es de mi agrado, ¿cierto? –pregunta un tanto molesta la muchacha, quien se mantiene cruzada de manos—. Es un latero y arribista. Estoy segura de que en cualquier momento te acuchillará por la espalda.

—Cosita, mientras Lucas tenga mi confianza, te tendrá  que agradar –responde el italiano, limpiándose la boca delicadamente—. ¿Estamos claros?

La mujer suspira. Sabe que Lucas insistirá en tocar el tema de Benjamín y eso ya le aburre. Qué lata.

La limusina se detiene en el exterior del Hotel Arcadia, uno de los más lujosos de la ciudad. El chofer le abre la puerta a la pareja, quienes son observados por las personas que están en el lugar. Tomados del brazo, ambos ingresan al interior, donde los espera Lucas vestido de smoking, en compañía de Amalia, disfrazada de flor.

—Lucas, ¿se puede saber de qué estás disfrazado? –pregunta el millonario.

—De Bond, James Bond –responde el joven, encontrándolo tan obvio.

—Ah, claro. Podrías haber intentado algo más original – responde Álvaro—. Ahora me siento ridículo con este traje lleno de brillantes.

—Le queda muy bien esa tenida –adula Lucas, haciendo una reverencia.

Ases y los cuatro diamantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora