Cap. 3 - As de trébol (3)

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En completo silencio, Álvaro, vestido con un traje verde limón, está sentado a la cabecera de mesa con una expresión de absoluta seriedad. A su lado, Cecilia intenta digerir un poco de la fruta preparada por sus sirvientes para el desayuno, sin dejar de pensar en la desagradable conversación que tuvo hace un par de horas con Lucas.

—¿No quieres hablar sobre lo que te pasa, mi amor? –pregunta la mujer, quien sabe que su futuro marido no consiguió lo que quería la noche anterior.

El hombre toma un sorbo de jugo. Su mano no deja de temblar, su labio tampoco. Con una servilleta de género limpia su boca, para luego hablar.

—Alguien me ha traicionado, Cecilia –dice el hombre, acercando su rostro al de la rubia, quien se siente tremendamente intimidada—. Y cuando una persona me traiciona, lamentablemente, no tiene oportunidad de redimirse.

La mujer teme que Álvaro se refiera a ella. Lo encuentra difícil, pero no imposible. En la probabilidad existente de que él se haya enterado de que ella tiene el diamante, sufre.

—¿De qué hablas, mi amor? –pregunta la muchacha, demostrando calma e inocencia.

Álvaro sonríe y le toma la mano, apretándola levemente. Cecilia traga saliva, nerviosa.

—Es mejor que no te metas en esto –responde el italiano, acariciando suavemente el rostro de la bella mujer, quien no  deja de sentirse incómoda con las palabras de Álvaro—. Yo me preocuparé de poner en su lugar al que me traicionó.

En ese momento, los pasos de Lucas se sienten caminando por el pasillo lateral. El joven entra al lugar vestido con un impecable traje a cumplir su rol de asistente del millonario. Con una sonrisa en el rostro y actitud de respeto, hace una reverencia a sus patrones, quienes se mantienen sentados a la mesa.

—Buenos días, señores –dice el joven.

—¿Sabes qué hora es? –pregunta el hombre a su empleado, sin mayores formalidades ni palabras de buena crianza.

—Disculpe mi tardanza, señor. Estuve organizando unas cosas antes de venir a visitarlo –responde el joven, percatándose de la actitud dura de su jefe.

Lucas hace una reverencia y extiende su brazo para besarle la mano al italiano, tal como acostumbra a hacerlo cada día, pero éste en vez de aceptar los respetos, desvía su mirada hacia Cecilia. Lucas no comprende lo que pasa.

—Anda a dar una vuelta por el jardín –le dice a la chica, quien se para sin cuestionar la orden del millonario, tensa. Al pasar por el lado de Lucas, no es capaz de mirarlo a los ojos. Sale del lugar con el rostro gacho.

Lucas capta que algo extraño pasa, pero intenta disimular. Por su cabeza pasa la posibilidad de que Cecilia le haya contado toda la verdad al italiano.

Ases y los cuatro diamantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora