Cap. 12 - Ex umbra in solem (8)

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Horas caminando por medio de la selva y rogando para que un bicho no les pique. No se pusieron ninguna inyección y cualquier picadura puede ser mortal. Ya han escuchado del mal del dengue que ataca sin compasión.

Sin saber con qué se encontrarán, no dejan de caminar, tratando de alcanzar lo antes posible al italiano, quien les lleva como veinte minutos de ventaja.

Así pasan las horas, entre desesperación, incertidumbre y ansias por terminar de una vez por todas con todo esto.

—¿Cómo te sientes de la pierna? –le pregunta Carmen a Benjamín.

—Si no fuera porque quiero estrangular al italiano, ya estaría muerto, te lo aseguro –responde el hombre, dándose ánimo y fuerzas para continuar, pero haciéndosele cada vez más complicado. Las ganas no siempre son suficientes para continuar, el dolor no es psicológico.

Cuando todos ya parecen caminar casi por inercia, Sofía se detiene al escuchar el sonido de una cascada.

—¿Qué es eso? –Pregunta Tamara—. ¿Es agua la que se oye?

—Así es. Ya llegamos –responde Sofía, abriendo paso a un par de ramas de un árbol para dejar frente a los ojos de todos los presentes, una hermosa cascada de aguas cristalinas caer sobre un río que se pierde bajo tierra.

Todos los presentes quedan maravillados por la belleza del lugar. Realmente, están en el paraíso.

—Nunca en mi vida había visto un lugar tan hermoso como este –dice Cecilia, caminando hasta el lado de Sofía, sin dejar de observar el paisaje amazónico.

—¿Aquí está el italiano? –pregunta Benjamín, cambiando de tema.

—Si quería venir a la estrella de las cuatro puntas, entonces este es el lugar.

—Perfecto, ¿y dónde está? –agrega Carmen.
—Debe estar en la cueva, detrás de la cascada.
—¿Tendremos que pasar por debajo de la cascada? –pregunta Cecilia, asustada.

—No, linda. Sólo deben bordear el río y llegar al otro lado. —Entonces eso haremos –le dice Benjamín a Sofía, dispuesto a caminar—. ¿Vamos?

—Hasta aquí llego yo. Sé cómo se pone la gente al estar frente a la estrella de las cuatro puntas y no tengo ningún interés en hacer peligrar mi vida. Allá ustedes si quieren entrar, pero yo los espero aquí.

Carmen y Benjamín se miran extrañados ante las palabras de la misionera, pero sin cuestionarse más el asunto, comienzan a caminar junto a Cecilia y Tamara, acercándose cada vez más a la cascada.

Asustados, no saben con qué se encontraran, pero ya están aquí, dispuestos a enfrentar lo que sea que ocurra.

Ases y los cuatro diamantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora