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Luego de estar un par de días en el hospital, Tamara se nota cansada, pero sólo de llevar tanto tiempo en cama. El médico la dio de alta, por lo que, una vez que lleguen a buscarla, podrá irse a su casa. Pero antes de irse, sabe que tiene que tener una conversación seria con su hijo, para cerrar una etapa misteriosa de su vida. Sin quitar la vista del reloj, Tamara no deja de pensar que Benjamín y el Tila deben estar por llegar.
Ya no hay opción de desistir, la verdad se tiene que saber. Pero a diferencia de lo que podría temer en el pasado, hoy no tiene miedo, sabe que nunca perderá el cariño de su hijo.
En eso, Benjamín entra a la habitación en compañía del Tila, quien se lanza sobre Tamara para darle un abrazo.
—Mamá, al fin podrás volver a la casa –dice el niño, quien ha visitado diariamente a su madre desde que está en la clínica, recuperándose de las heridas que consiguió en la explosión de la que él también sobrevivió.
—Sí, ya estoy bien. Si tampoco fue para tanto. Realmente, todos le pusieron mucho color –responde el As.
—Tenías quemaduras que sanar, Tamara –agrega Benjamín, quien sabe que la razón de su visita con el niño no es sólo para llevarla a casa.
—Cómo me hubiese gustado haber tenido yo un par de quemaduras para haber estado hospitalizado –señala el Tila.
—¡Cómo se te ocurre decir eso, niño bobo! –responde Tamara—. Menos mal que no te pasó nada. Todo podría haber sido mucho más terrible.
—No, yo sé – agrega el niño—. Sólo lo digo porque me hubiese ahorrado la lata de ir al colegio.
Benjamín comienza a reír, no puede creer lo flojo que es su hijo. La mirada del líder de las Ases se cruza con la de Tamara. Saben que tienen poco tiempo y prefieren ir al grano.
—¿Estás lista? –le pregunta el hombre a su As.
—Muy lista –responde ella, dirigiendo su mirada al niño, quien no se ha despegado de su lado—. Tila, hijo, si estamos aquí con Benjamín es porque necesitamos decirte algo muy importante. Yo creo que tú, como eres un niño inteligente, tienes una idea de qué puede ser, pero de todas formas es necesario que lo escuches de mi boca.
Los ojos del Tila se abren y en su estómago siente fuertes nervios. Ya tiene una idea de qué está pasando.
—Mamá, yo ya te dije que no es necesario que me digas quién es mi papá –dice el niño—. No si no estás preparada.
—Es necesario, hijo. Ya estás grande y, sobre todo, yo entendí que no saco nada con ocultarte la verdad. Porque pase lo que pase, tú serás mi hijo y te querré y cuidaré en todo momento. Aunque seas un viejo, siempre serás mi niñito.
El Tila mira a Benjamín.
—Él sabe quién es mi papá –pregunta—. Digo, porque como está aquí.
—Sí, lo sabe –responde Tamara—. Tila, Benjamín es tu papá.
Este es un impacto que el niño no esperaba. Nunca se le pasó por la cabeza que ese hombre al que ha admirado desde el primer día, por sacar del estado depresivo en el que se encontraba su madre y devolverle la alegría a su hogar, fuese su padre.
—¿Tú?
—Sí, yo recién me enteré de esto cuando Cecilia te llevó a ese galpón. Nunca se me había pasado por la cabeza que podrías ser mi hijo y... hermano de Lucas.
Benjamín observa la expresión de sorpresa del niño.
—Bueno, ¿ustedes tuvieron una relación?
—No, nunca. Tila, es que yo nunca te tuve en mi vientre –dice
Tamara con dolor—. Pero créeme que eso nunca significó que yo te quisiera menos. Tú eres hijo de Alejandra, mi compañera de Ases y pareja de Benjamín.
—¿Y cómo llegaste a ser mi madre? –pregunta el niño, sin entender.
—Porque una vez que Alejandra murió yo me hice cargo de ti. Benjamín nunca supo que Alejandra tuvo un hijo y que yo te estaba criando. No tenía cómo sospechar siquiera que era padre.
—Así mismo fue. De haberlo sabido antes, hubiese hecho un esfuerzo por tenerte junto a mí –agrega Benjamín—. Aunque estuviese en la cárcel.
Los padres del niño se miran, esperando que el pequeño reaccione. Luego de unos segundos en que el Tila intenta procesar la información que acaba de recibir, una sonrisa se forma en su rostro, la que se acompaña con pequeñas risas.
—¡Esto es demasiado genial! Tengo un papá y una mamá – dice, para luego abrazar a ambos.
Tamara y Benjamín se miran a los ojos, sabiendo que hicieron las cosas bien.
—Ahora que no hay nada más que ocultar, ¿qué les parece si nos vamos a mi departamento para celebrar? –dice Benjamín.
—Sí, por favor, sáquenme de aquí, miren que no aguanto un día más en este hospital. Estoy segura de que me voy más enferma de lo que llegué. Con tanto virus que hay en estos lugares.
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Ases y los cuatro diamantes
AvventuraDiez años después de caer en una trampa que lo puso tras las rejas por un delito que no cometió, Benjamín, líder de una banda de ladronas de fama internacional conocidas como Ases, regresa para vengarse del italiano, un millonario responsable de sus...