Cap. 8 - Larga vida a Carmen San Marcos (2)

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1993

Los alfiles acaban de robar una famosa pintura chilena para ser vendida en el extranjero. Álvaro está muy molesto con Benjamín, porque está cambiando las reglas del juego.

—¡Entiende de una buena vez! –Grita Benjamín—. Tenemos a este otro comprador que nos ofrece el doble por la pintura. ¡Es nuestra gran oportunidad para hacer más dinero del que teníamos pensado!

—No, no vamos a hacer eso –responde Álvaro, enojado—. Ya acordamos con don Félix para darle a él la pintura y eso haremos. ¡Ya dimos nuestra palabra! No podemos cambiar de parecer de la noche a la mañana.

—¡Idiota! Hacemos esto por plata. No nos podemos negar si nos ofrecen más –grita Benjamín, empujando a Álvaro sobre una mesa de vidrio, la que se rompe en mil pedazos con el peso del italiano.

Margarita pega un fuerte grito, que hace despertar al pequeño Lucas que se encuentra en una habitación vecina.

—¡Mira lo que hiciste! –grita Álvaro, al verse en el suelo ensangrentado. El hombre se levanta para lanzarse sobre Benjamín a golpearlo, siendo detenido por el resto de los presentes quienes quieren evitar a toda costa una pelea entre sus miembros.

—¡Basta! –grita Carmen, enfurecida—. Me cansaron el par de imbéciles.

Todos permanecen en silencio, esperando que la mujer hable. "Sí. Siempre me tuvieron un respeto sublime."
—Mi amor, dile al italiano que es mejor venderle la pintura al que más dinero nos ofrece –dice Benjamín, estando seguro que la líder le dará en el gusto.

—¡No! –Grita la mujer—. Haremos lo que acordamos en un principio. Y no se habla más del tema. Ahora todos se irán a sus casas y nos juntaremos mañana para entregar la obra.

El rostro de Benjamín se enrojece ante la desautorización de Carmen. Es aquí cuando el hombre se da cuenta que él no manda en el grupo y que nunca lo hará.

Una vez que todos se van, quedando sólo Carmen y Benjamín en el lugar, los dos se disponen a conversar. Él, con su ego completamente herido. Se siente humillado, pasado a llevar.

—No pensé que me dejarías en vergüenza ante el resto y menos frente al imbécil de Álvaro. ¿Acaso no viste su cara de satisfacción cuando me dijiste que no?

—No exageres. Sólo hago lo que es mejor para todos.
—Yo soy tu pareja, Carmen.
—Pero antes que eso, eres un Alfil. Que no se te olvide nunca que tú eres igual al resto. Aquí la única jefa soy yo.

La sangre le hierve al hombre. No está de acuerdo con la situación.

—Pensé que me amabas. No puedo creer que me estés tratando de esta manera –dice Benjamín—. ¿Acaso se te olvida todo lo que he hecho por ti?

—¡No seas patudo! –Exclama Carmen entre risas—. Si estás vistiendo esa ropa es porque yo te incluí dentro de mi banda. Así que no me vuelvas a hacer esos comentarios, porque sabes perfectamente que si eres quien eres hoy en día, es gracias a mí.

Benjamín se mantiene en silencio.
—Las cosas no seguirán así por siempre.
—¿Ah, no? Déjame decirte que nada cambiará mientras yo sea la líder de esta banda. 

—En algún momento te darás cuenta que tus Alfiles sin mí, no son nada. Yo soy la verdadera mente de la banda y deberías estar agradecida de tenerme junto a ustedes.

Carmen sale del lugar rumbo a la pieza de Lucas sin responder nada ante las palabras de su pareja. El hombre, lentamente, se sienta en el sillón, meditando en las palabras de su mujer. Algo tiene que hacer. Las cosas no pueden seguir así por siempre.

"Estoy segura que fue en ese momento cuando a Benjamín se le ocurrió traicionarme. Creo que desde ahí comenzó a buscar la manera para terminar con lo que yo más amaba en el mundo. Y como sabía que en un país tan chico como Chile no había espacio para dos bandas de ladrones, decidió formar la suya propia y destruir para siempre a los Alfiles. Debo reconocerlo, hizo un trabajo de joyería. Quizás el aprendiz estaba listo para superar al maestro."

—Si Carmen puede tener a sus Alfiles, yo tendré –piensa Benjamín en voz baja—... a mis Ases.

Una sonrisa se dibuja en su rostro. La decisión ya está tomada.

"Benjamín nunca más fue igual de galán como cuando nos conocimos. Cada día estaba más distante y soberbio. Ya no participaba como antes con los Alfiles, aunque eso le significaba obtener menos ganancias del botín. Entonces, nunca voy a olvidar el día, un dos de diciembre de mil novecientos noventa y cuatro, cuando él me anunció su decisión."

—Lo nuestro llegó hasta aquí –dice Benjamín, sin ninguna expresión de pena o arrepentimiento en su rostro—. Quiero que nos separemos.

Un instante de tenso silencio se produce en el lugar.

—No serías capaz –responde Carmen, con un nudo en la garganta.

—Lo nuestro es un completo desastre –agrega el hombre—. Tú nunca has sido capaz de darme todo lo que yo necesito. Estás demasiado preocupada de tus Alfiles, en vez de darme la atención que requiero como tu marido.

—Pero, amor, si en esto estamos juntos –responde la mujer, a punto de llorar por las palabras de su pareja. Pese a que siempre esperó que llegara este momento—. Yo pensé que te gustaba ser uno de mis Alfiles.

—Ya lo has dicho. Nunca hemos sido los dos. Siempre has sido tú y tus Alfiles. Yo no quiero más esta vida. Me cansé de ser un eterno segundón. Adiós Carmen.

—Benjamín, no hagas esto.

—¡No me detengas! Sabes perfectamente que esta decisión la tomaste tú hace mucho tiempo atrás. Yo sólo estoy actuando conforme a los límites que tú misma pusiste.

Benjamín toma su maleta, que ya había preparado con anticipación y sale del lugar, dejando a Carmen llorando desconsolada.

Desde otra habitación aparece su pequeño hijo de cinco años cargando en su mano un osito de peluche café. Ella lo mira, comprendiendo su nueva condición. 

Ases y los cuatro diamantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora