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En el patio de la casa de Elisa, Lucas termina de hacer el hoyo en el que enterrarán a Daniel. Las tres chicas están vestidas de absoluto negro tomadas del brazo en signo de apoyo a la viuda. Muy cerca de ellas, Benjamín no deja de mirar el cuerpo del hombre envuelto en un plástico blanco, listo para ponerlo a un metro bajo tierra.
—¿Alguien quiere decir algunas palabras? –pregunta Lucas, mirando fijamente a Elisa, quien desvía la mirada hacia el suelo. Todos se mantienen en silencio por un par de segundos, hasta
que el líder de las Ases decide hablar.
—No sé ustedes, pero yo estoy preocupado –dice Benjamín,
haciendo que todas las miradas se centren en él—. Hace diez años atrás, vivimos una experiencia similar a esta. En esa ocasión, Alejandra murió asesinada por Álvaro Capote y todos sabemos lo que produjo eso... cosa que hasta el día de hoy lamentamos mucho. Hoy vuelve a suceder lo mismo. El italiano le ha quitado la vida a alguien que nada tenía que ver con su maldad. ¡Hasta cuándo vamos a permitir que ese perro maldito haga y deshaga con nuestras vidas! Ya es suficiente. No podemos seguir aguantando tanto abuso. Tenemos que luchar de la misma forma como lo está haciendo él. Tenemos que estar armados para cuando pretenda regresar.
—Eso no va con nosotros –dice Tamara, rompiendo el discurso del líder—. Y tú lo sabes.
—Y porque no va con nosotros estamos enterrando a Daniel esta tarde. Las cosas han cambiado y no podemos quedarnos en el pasado –explica el hombre—. He tomado una decisión. O tomamos las precauciones necesarias y aprendemos a usar armas o, lamentablemente, las Ases llegan hasta aquí. Yo no quiero seguir exponiendo sus vidas sin darles una oportunidad, siquiera, de defenderse.
Elisa se acerca a Daniel y le acaricia el rostro por última vez.
—Tienes razón Benjamín, las Ases no pueden seguir existiendo –dice la viuda, ante la mirada intensa de todos los presentes.
En el ambiente se siente la tensión y la tristeza. Este podría ser el fin de la banda de ladrones.
Lucas y Benjamín, toman el cuerpo de Daniel y lo bajan al hoyo, para luego comenzar a tirar tierra encima. Sin poder resistir más, Elisa se apoya en Amalia, para comenzar a llorar profundamente. Por su parte, Tamara, intentando sostener sus lágrimas, abraza a las chicas, quienes la agregan al grupo.
—¿De verdad éste es el fin? –pregunta la chica ruda.
—Ni siquiera pude darle un funeral digno a mi marido para no tener que darle explicaciones a la policía. Yo no quiero seguir viviendo de esta forma –le responde Elisa, limpiándose las lágrimas—. Desde hoy, las Ases son historia.
"Veo a mis tres mujeres juntas llorar y me preocupa saber qué pasará con ellas ahora. Se me ha hecho un nudo en la garganta".
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Ases y los cuatro diamantes
Phiêu lưuDiez años después de caer en una trampa que lo puso tras las rejas por un delito que no cometió, Benjamín, líder de una banda de ladronas de fama internacional conocidas como Ases, regresa para vengarse del italiano, un millonario responsable de sus...