6
Elisa y Amalia se bajan de un taxi amarillo que las deja afuera de la casa Rosales. Las dos se toman del brazo, pretendiendo ingresar al interior.
"No quería volver a la que fue mi casa, no después de que Daniel me echara, pero necesitamos sacar nuestras cosas para cerrar este capítulo definitivamente. Mientras más me demore en enfrentar la situación, más terrible será para mí. Ya está prometido, no nos demoraremos más de diez minutos en hacer las maletas. Y si me encuentro con Daniel, lo enfrentaré digna. Yo no soy peor que él."
—¿Sientes pena? –pregunta Amalia.
—¿Por volver a mi casa?
—Sí.
—Lo superaré –responde la chica—. Lo que sí me tiene preocupada es lo que hará Cecilia ahora que está sola. Esa mujer es realmente peligrosa.
—¿Tan así?
—Más de lo que cualquiera puede imaginar.
En ese momento, Magdalena se acerca a las mujeres, vistiendo uno de sus típicos vestidos cortos apretados y una blusa ajustada que deja un gran escote para el deleite de los caballeros.
—Aquí viene tu amiga –dice entre risas Amalia.
—Ah, no. Lo que faltaba para coronar el día como el mejor de mi vida.
Magdalena se acerca muy seria y en parte avergonzada.
—Elisa –dice la mujer, mirando de pies a cabeza a la monja, quien ya no viste sus hábitos—. Lamento mucho que todo haya terminado así. De verdad no es nada personal con usted. Sólo quiero que sepa que haré todo lo posible por hacer feliz a Daniel.
Elisa no entiende de lo que habla la vecina.
—¿A qué te refieres? –pregunta el As.
—Bueno, quizás todavía no sabes, pero Daniel me invitó a ser parte de su vida. Nos iremos juntos a formar una familia al sur. Como lo de ustedes ya terminó.
"No puedo creer que mi maridito me haya olvidado tan fácilmente. Claro, terminando conmigo se tenía que quedar con la rasca de mi vecina."
—Entiendo. Magdalena, voy a ser muy franca contigo –dice Elisa, acercándose seria a ella—. Nosotras nunca fuimos amigas, porque yo siempre supe lo de tu relación con mi marido. Y sabes, creo que tú serás muy feliz con Daniel, porque son el uno para el otro. Cerdos. Magdalena se impresiona al escuchar esa palabra, sintiéndola como una falta de respeto.
—No es necesario que me ofendas, Elisa.
—No tengo nada más que hablar contigo, adiós.
Elisa se da la media vuelta y junto a Amalia se acercan a la puerta de la casa para entrar, bajo la atenta mirada de Magdalena quien regresa a su casa para seguir arreglando su maleta. Ya pronto estará junto a Daniel viviendo la vida que siempre soñó y ya nada importará.
Antes de entrar a la casa, las amigas se detienen para conversar.
—No puedo creer que sea tan descarada, acercarse a ti para contarte que se quedó con tu marido.
—Es una yegua sin importancia. No me voy a arruinar la vida por ella. Que se quede con Daniel, a ver cuánto le dura la felicidad. Porque te aseguro que después de un tiempo, la tendrá igual que a mí.
—Bien dicho, amiga –dice Amalia—. Ahora, hagamos lo que nos trajo hasta aquí. Recuerda, tenemos diez minutos cronológicos para sacar nuestras cosas.
—Sólo diez minutos.
Las dos sonríen. Elisa abre para entrar al living de la casa, dándose cuenta que hay dos maletas en el lugar.
—O sea que Magdalena no mentía, realmente Daniel se irá con ella –dice Amalia.
—Entre más lejos esté, mejor. Ya, silencio, que tiene que estar por aquí.
Elisa sube al segundo piso buscando a su marido, dispuesta a actuar como una mujer fuerte y decidida, pero su sorpresa es mayúscula cuando al abrir la puerta de la habitación matrimonial se encuentra con una escena que ella no esperaba. Un fuerte suspiro de miedo le lleva la mano a la boca para no gritar de espanto. Desconcertada, comienza a llorar, sin saber de qué forma actuar.
Amalia, quien siente ruidos en el piso de arriba, sube para comprobar si su amiga está bien. Al llegar al lado de Elisa ve lo mismo que espantó segundos atrás a la mujer de Daniel.
—¡Dios mío! Qué pasó aquí –grita asustada Amalia.
Las mujeres se abrazan instantáneamente.
—¡Fue el italiano! –Grita Elisa, entre llantos desesperados—.¡Él tiene que haber hecho todo esto!—Ninguna de las mujeres puede con la impresión.
—¡Cecilia tenía razón! Nuestras vidas corren peligro –agrega la colorina, aterrorizada.
Las dos mujeres se arman de valor y entran a la habitación, donde tendido sobre la cama, se encuentra el abogado infiel, muerto, con un cuchillo incrustado en su pecho, rodeado de sangre que se esparce sobre las blancas sábanas matrimoniales. Sobre él, una nota que Amalia lee temblorosa.
"O me devuelven mi diamante o terminarán igual que él."
Elisa no quiere creer lo que está viviendo. Se acerca al hombre y le acaricia el rostro, olvidando por un instante todo lo vivido este día y recordando el gran amor que siente por él.
—Perdóname amor, yo no quería que esto terminara así –dice Elisa, culpándose a sí misma por el destino del hombre—. ¡No, Daniel, yo te amo! Perdóname.
El As se queda junto al cadáver, sin intenciones de dejarlo ir. Intenta besarle la cara al difunto pero esto lo único que causa es más dolor en su interior.
Amalia, al ver a su amiga en tal estado, comienza a llorar junto a ella.
ESTÁS LEYENDO
Ases y los cuatro diamantes
AdventureDiez años después de caer en una trampa que lo puso tras las rejas por un delito que no cometió, Benjamín, líder de una banda de ladronas de fama internacional conocidas como Ases, regresa para vengarse del italiano, un millonario responsable de sus...