Cap. 12 - Ex umbra in solem (9)

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9

El auto de Lucas se estaciona a las afueras de la comisaría. El joven se baja y entra al lugar, donde hay dos carabineros haciendo turno.

—Buenas tardes –les dice Lucas, con una gran sonrisa en su rostro.

—Buenas –responde uno de los carabineros, acercándose al elegante joven—. Qué se le ofrece, caballero.

—Vengo a dejar constancia del robo de mis documentos – responde Lucas.

—¿Su nombre?

—Lucas Contreras –responde el joven a lo que el carabinero sonríe.

—Creo que este es su día de suerte –responde el hombre. —¿Por qué lo dice?

 —Porque nosotros tenemos sus documentos. Hoy día atrapamos a la persona que los robó.

—¡No le puedo creer! –Dice el joven, viendo que del pantalón del carabinero cuelga un manojo de llaves—. No sabe lo mucho que me alegro de escuchar esto. Sin mis documentos no puedo hacer nada.

En ese preciso instante, un fuerte estruendo sacude a la comisaría. De la nada, cae al piso parte del techo junto con una pared. Todos los que están en el interior se lanzan al suelo, momento que aprovecha Lucas para sacar las llaves que cuelgan del pantalón del carabinero, sin que él se percate.

Actuando con total tranquilidad, como si todo estuviese planeado, Lucas espera a que los hombres salgan de la comisaría. —¡Rápido, hay que salir de aquí! –dice uno de los carabineros,

dirigiéndose a la puerta.
Cuando Lucas se encuentra solo, camina por un pasillo que lo conduce a las celdas, donde puede ver a Elisa en compañía de otra muchacha rubia tras las rejas.

—¡Lucas! –grita la muchacha acercándose a los barrotes, alegre.

—Te vamos a sacar enseguida de aquí –responde el joven, abriendo la llave de la celda y dejando libre a Elisa, quien abraza al muchacho con mucho cariño.

—No sabes lo asustada que estaba. Por un momento creí que tendría que pasar detrás de estas rejas el resto de mi vida. No hubiese sido capaz.

—Nosotros no permitiríamos que eso volviera a ocurrir con uno de los nuestros. Para eso somos un equipo –termina de decir Lucas, viendo a la española rubia—. ¿Y ella, qué hace aquí?

—Es una larga historia, pero se va con nosotros.

De esta forma, los tres salen de la comisaría por una puerta trasera, donde los espera el Tila arriba del auto de Lucas. Los tres se suben y el Tila acelera, avanzando por las calles de Santiago.

—¿Y Amalia?
—Ya verás –responde Lucas.
El Tila da la vuelta a la manzana, conduciendo de regreso a la comisaría.

—Les recomiendo que se escondan –dice Lucas a las mujeres, quienes se agachan en los asientos traseros para no ser vistas.

El auto de Lucas se estaciona frente a la comisaría, donde se puede ver el auto de Tamara incrustado en una pared de la comisaría y a los carabineros viendo lo que ocurrió, sin poder creerlo. A media cuadra, Amalia está parada esperando que la pasen a buscar. La chica se sube al auto con total normalidad.

Ya están todos juntos.
—¡Salió todo a la perfección! –dice la colorina, contenta.
—¿Y ahora, qué hacemos? –Pregunta el Tila—. ¿Volvemos al departamento?

—No. Ahora tenemos que salir del país –responde Lucas, mirando tristemente a todos los que están arriba del auto—. Así que despídanse de estas calles porque no las volverán a ver.

Elisa está en el asiento trasero a punto de llorar.

—Gracias, de verdad no saben cuánto les agradezco lo que acaban de hacer por mí.

—Amiga, yo soy capaz de hacer todo con tal de que tú estés a salvo. Tú eres mi familia. Si es necesario que nos vayamos del país, así será. Te quiero.

Las chicas se toman de las manos, en símbolo de una amistad que perdurará hasta el día de sus muertes. 

Ases y los cuatro diamantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora