5
Sentado frente al televisor, el Tila ve muy interesado la película Cars en un canal de cable. Sin que logre distraerlo, Elisa entra a la habitación para sentarse a su lado.
—¿Qué estás viendo?
—Una película de autos. Me encanta.
—Así veo –agrega la mujer, pensando en que es mejor que
se distraiga para que no se preocupe tanto por el estado de su madre—. ¿Te gustan los autos?
—Mucho –responde el niño, mirando fijamente a Elisa—. ¿Te puedo contar un secreto?
—¿Un secreto?
—Sí, pero por favor no le digas nada a mi mamá porque se enojará mucho.
—Esto se está poniendo bueno –dice la chica—. Dime.
—Mientras mi mamá estaba en el hospital, mi papá me enseñó a manejar –dice el menor, provocándole una sonrisa a la mujer.
—¡En serio! ¿Y le sacaron el cacharro a tu mamá?
—¡Estás más loca! Si está que se desarma esa chatarra. No, le sacamos el auto a Lucas –agrega el Tila.
—¡Qué! Es mejor que ni le digas. Tú sabes cómo se pone cuando se trata de su auto.
—Por eso es importante que guardes el secreto –termina de decir el niño, dispuesto a cambiar el tema—. Tía, por alguna casualidad, ¿no tienes hambre?
—La verdad es que sí, un poco. ¿Viste si hay algo en el refrigerador para comer?
—Yo me terminé de comer lo poco que quedaba ayer en la noche después que mi mamá salió. ¿Estará bien ella, cierto?
—La verdad, mi niño, es que no te lo puedo asegurar, pero créeme que esperamos que así sea. Por la salud mental de todos y por el bien de ellos, por supuesto.
Elisa abraza al niño.
—Yo creo que están bien porque de lo contrario, ya hubiésemos tenido noticias.
La mujer no quiere preocupar más al niño, pero sabe que perfectamente ellos podrían estar muertos y nadie, jamás, se enteraría.
—¿Vamos a comprar? –Pregunta el pequeño—. Yo te acompaño.
—¿Y plata?
—Lucas siempre tiene en su billetera –responde el chico. —Pero él está durmiendo, prefiero no molestarlo.
—Me extraña que ese comentario venga de una ladrona como tú –responde el Tila—. Para eso tenemos manitos.
Elisa sonríe.
—Entonces creo que tendremos nuestra primera misión en conjunto.—Estás dando por hecho que yo quiero seguir tu oficio. —¿Por qué, acaso quieres hacer alguna otra cosa?
—Creo que Derecho sería una buena carrera para mí.
La mujer sonríe, con un tono de tristeza, acordándose de Daniel, su difunto marido abogado.—Es una bonita carrera, pequeño. Pero ni aún ahí te lograrás librar de los sinvergüenzas. Vamos.
El niño apaga el televisor y juntos entran a la habitación de Lucas, donde ven al joven galán abrazado a Amalia, durmiendo, tendidos sobre la cama. En el velador, se puede ver una suculenta billetera que le hacen brillar los ojitos a los ladrones.
—Hazlo tú –le dice Elisa, haciendo que el niño se acerque y tome la billetera, sin que la pareja se dé cuenta.
Entre risas salen de la habitación y luego del departamento, para ir a comprar al supermercado. Se suben al ascensor.
—¿Cuánto dinero hay? –pregunta el niño al As, quien puede ver dos grandes tucos de billetes en su interior.
—Increíblemente, hay mucho dinero –responde la mujer, sacando el dinero y guardando la billetera en el bolsillo de su polerón—. Me pregunto de dónde sacará plata Lucas si no trabaja.
Una vez que el ascensor se detiene, se bajan y salen del edificio para caminar un par de cuadras hasta llegar al supermercado, donde pueden ver una gran cantidad de gente comprando. Se mezclan entre la multitud.
—¿Vamos a la sección de comida chatarra? –pregunta el niño.
—Como quieras –responde Elisa, sintiendo que alguien le toma el brazo de la nada, asustándola.
La mujer y el niño giran su rostro, viendo a un carabinero a su lado.
—¿Me permite ver su identificación, señorita? –pregunta el hombre, con un rostro serio.
—Qué pasa oficial.
—¿Usted es Elisa de Mónaco?
El As, asustada, suelta su brazo de la mano del carabinero y retrocediendo comienza a correr entre medio de los pasillos del supermercado, en tanto el Tila intenta alcanzar a la mujer.
—¡Espérame, Elisa, espera! –grita el pequeño, viendo que más atrás, los persigue el carabinero, llamando la atención de toda la gente.
Un extraño, al ver la persecución, cruza su carro al Tila, haciendo que el niño caiga al suelo de un sopetón. Elisa gira su cuerpo al verlo y dudosa, no sabe si regresar por él o seguir corriendo para salvar su vida. Nerviosa, sin pensar mucho en lo que hace, regresa por el Tila ayudándolo a pararse. Cuando está dispuesta a seguir corriendo, se ve rodeada por una multitud de gente que no deja de mirarla y, por el carabinero, quien la apunta con su arma de fuego.
—Usted está detenida, señorita.
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Ases y los cuatro diamantes
AventureDiez años después de caer en una trampa que lo puso tras las rejas por un delito que no cometió, Benjamín, líder de una banda de ladronas de fama internacional conocidas como Ases, regresa para vengarse del italiano, un millonario responsable de sus...