Cap. 2 - La monja (6)

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6

Elisa y Amalia entran a la casa. La monja se nota agitada y sobretodo preocupada.

—Aquí sí que vamos a poder hablar más tranquilas –le dice la dueña de casa a la visita—. Afuera estábamos ante la mirada atenta de los ojos de las vecinas que no hacen más que espiar. Cuéntame, qué te pasó.

Amalia comienza a caminar nerviosa por el living de la casa, no sabe cómo explicar su situación.

—No sabes la vergüenza que me da venir a tu casa, pero es que no sabía a quién más recurrir. Estoy en problemas –dice la mujer—. La policía y una psicópata que dice que yo maté a su marido me están siguiendo.

—¿Cómo dices? –pregunta Elisa, sin entender nada—. A  ver, cuéntame con más detalles lo que te pasa y tranquilízate. ¿Quieres que te prepare un café?

—No, de verdad que no puedo tomar nada ahora. ¡Ay! Es que estoy como demasiado nerviosa.

Elisa le da la mano a Amalia y le indica el sillón, donde se sientan mientras la recién llegada relata lo que le pasó.

—Resulta que yo comencé a hacer un trabajo el año pasado y hace un mes atrás di el golpe final. Era la oportunidad de mi vida. O sea, salió todo a la perfección. Pero no contaba con que la ex mujer del que era mi objetivo buscara venganza en mi contra.

—¿La ex mujer es la psicópata? –pregunta Elisa, tratando de entender.

—Sí, es terrible. Yo estaba escondida en un convento donde supuestamente nadie me iba a pillar, pero hoy en la mañana fuimos con las monjitas a rezar a la capilla, porque todas las mañanas tenemos que ir, y me encontré con esta loca que llevó a la policía. ¡Te lo puedes imaginar!

—Amalia, disculpa que te diga. Pero si esa mujer está despechada o con ganas de vengarse, mejor prepárate, porque tú sabes de lo que somos capaces las mujeres cuando nos ponemos algo entre cejas.

—Sí, yo sé –dice Amalia, pensando mientras mira el suelo, un tanto ida—. Pero en fin, ya no puedo quedarme más con las monjitas. ¿Tú crees que puedas ayudar a ocultarme? Por lo menos hasta que todo esto pase.

—No te preocupes. Aquí en mi casa te puedes quedar todo el tiempo que quieras. Ya inventaremos algo para explicarle tu presencia a mi marido. Total, para eso estamos las amigas. ¡Y así aprovechamos de ponernos al día! Me tinca que tenemos muchas cosas de las que hablar.

Amalia sonríe.

—¡Uy, si te contara! –dice la monja, antes de ponerse a reír. Luego, abraza a Elisa con cariño—. No sabes cuánto te agradezco todo esto. Sé que soy la peor amiga del mundo, pero algún día te sabré recompensar. Te lo prometo.

"Recuerdo que a Elisa la conocí en una comida que se hizo en la casa de un antiguo objetivo que tuve hace años atrás. A la mitad de la noche se me acercó para preguntarme si yo tenía serias intenciones en casarme con el viejito con el que estaba o si quería su dinero. ¡Qué instinto! Me dejó para adentro, pero me hizo sentir mejor cuando me contó su pasado con una banda de ladrones. Desde ese día supe que podía confiar en ella. Es que ella  es de las mismas que yo. No nos vemos siempre, pero es lo más cercano que tengo a una amiga."

Ases y los cuatro diamantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora