Cap. 9 - Un hombre para la eternidad (4)

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"Hicimos el amor como en los viejos tiempos. Ella lo disfrutó y yo me volví a sentir el hombre más afortunado del mundo. Por un momento se me olvidó todo el daño que ha hecho esta mujer."

Cecilia y Lucas dormitan abrazados, soñando con el momento que acaban de vivir.

—¿Mi amor, estás despierta? –pregunta Lucas, acariciando el pelo a la chica.

—Estoy aquí, a tu lado –responde la rubia, con sus ojos cerrados.

El joven sonríe. Cecilia es la única mujer con la que ha tenido relaciones sexuales a lo largo de su vida. Con ella perdió la virginidad a los dieciocho años y desde ese entonces, ella se ha transformado en su única amante.

—Me acabas de recordar lo que se siente amar –dice el chico.

—Me acabas de recordar que en la vida también se puede gozar –responde Cecilia, abriendo sus ojos y acercando su boca a la de él para besarlo—. La verdad es que se me había olvidado lo  increíble que me siento junto a ti.

—¿Viste? No tendré dinero pero sí puedo hacerte muy feliz. Cecilia piensa, comenzando a llorar, recordando todo el mal que ha hecho en el pasado a quienes eran sus amigos.

—Por favor, perdóname. No sabes lo arrepentida que estoy por todo lo que he hecho.

—Ya, si está bien –responde el muchacho—. Yo entiendo que estabas asustada y que te cegaste. Que todo lo hiciste por miedo a ser pobre. Pero quiero que entiendas que de nada te sirvió. Mira dónde estás ahora.

La chica sonríe, disimulando su dolor.
—Estoy completamente sola.
Lucas suelta a Cecilia y se sienta en la cama, pensativo.
—Eso ya terminó. Ahora me tienes junto a ti y no nos volveremos a separar –dice románticamente el chico, besando a su amante—. Olvidaremos todo lo que ha pasado y nos iremos juntos, los dos, fuera de este país para que vivamos nuestro amor como debe ser.

La chica sonríe al escuchar a su amante hablar con tanta esperanza.

—Quiero hacerte una pregunta ¿Te gustaría...?

Lucas interrumpe sus palabras, nervioso, sin estar muy seguro de lo que quiere decir.

—¿Me gustaría qué?
—Nada, son tonteras.
—¡Ya, dime! –responde sonriendo coquetamente la rubia, feliz por el momento que está viviendo.

—No, es algo sin importancia. Olvídalo.
—Mentira, si fuese una tontera no te costaría tanto decirlo. —No es fácil para mí decírtelo, pero es lo que siempre he querido –dice Lucas—. ¿Te gustaría casarte conmigo?

Cecilia borra la sonrisa de su rostro. Nerviosa se levanta de la cama, comenzando a pasearse por la habitación.

—Disculpa si te incomodé con la pregunta, no era mi intención arruinar este momento. De verdad, si no quieres, no te preocupes. Yo igual me quedaré contigo.

—Lucas, ¿tú crees en el bien y en el mal?

—Por supuesto que creo, ¿por qué lo dices? –pregunta extrañado el muchacho.

—Yo me he transformado en la mala de esta película y he hecho cosas que han superado todos los límites. Traicioné a tu padre, estuve a punto de quitarle la vida a Tamara, a su hijo; yo fui la que les robó los diamantes –relata la chica, seria—. Por mucho tiempo he sido mi propio presidente, legislador y juez. Hice que en mi país las cosas funcionaran a mí medida, sin importarme lo que pasara alrededor. Me equivoqué. En cambio tú, eres un verdadero angelito. Inocente, amoroso, bien intencionado. No sé, no creo que el mal y el bien puedan llevarse bien. Tú eres demasiado bueno para mí y no quiero que arruines tu vida con una mujer que te ha hecho sufrir tanto.

Lucas se levanta de la cama y camina hasta Cecilia. Acariciándole el rostro, le hace saber su opinión.

—Si yo estoy aquí es porque te amo y si te pido matrimonio es porque realmente así lo quiero. Cásate conmigo Cecilia. Prometo que te haré la mujer más feliz de la Tierra.

La chica no puede más de la emoción. Contenta por lo que está viviendo, besa apasionadamente a Lucas. 

Ases y los cuatro diamantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora