Cap. 11 - Caminos separados (6)

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La limusina de Álvaro Capote se detiene en la pista de despegue del aeródromo, donde una avioneta está lista para partir rumbo al Amazonas, específicamente, cerca del río Javari, en la frontera peruana brasileña.

Más atrás, el auto de Lucas se detiene. Ya no hay más que disimular.

Álvaro se baja de su limusina mientras Benjamín, Lucas y Cecilia se acercan a él. Se miran de frente, esperando a que alguien rompa el hielo.

—¡Qué se supone que están haciendo aquí! –exclama con su delicada voz, el italiano.

—Necesitamos hablar –responde Benjamín, apuntando al hombre con su arma.

 —¿Y para hablar necesitas una pistola? –pregunta Álvaro.

—Para hacerlo contigo, sí –agrega Benjamín—. No quiero que vuelvas a matar a uno de los míos, como lo hiciste con Alejandra o con el marido de mi As.

Álvaro ríe, al mismo instante en que el auto de Tamara se estaciona en el aeródromo.

—¡Pero mira quién viene llegando! –Dice Álvaro—. Quizás ella te pueda dar más explicaciones sobre la muerte de tu Alejandrita. Lucas gira su mirada, al mismo tiempo que Cecilia. Benjamín

no deja de mirar a su enemigo.
—Mamá, qué estás haciendo aquí –pregunta el joven, sorprendido al ver a Carmen en el lugar.

—¡Quién es, Lucas! –le pregunta el hombre a su hijo.
Carmen se acerca a Benjamín.
—Soy yo, querido maridito –responde la mujer, sacando una pistola de su cartera para apuntar al líder de las Ases—. Carmen San Marcos.

Benjamín está completamente sorprendido con esta aparición. Realmente se encuentra en estado de shock. Después de mucho tiempo, vuelve a ver a la mujer con la que compartió tantos años de su juventud. La madre de su hijo está frente suyo.

—¿Sorprendido? –Le pregunta irónico Álvaro—. Pensé que un hombre como tú ya debería haber estado informado sobre el regreso de tu jefa.

—¿Lucas y Tamara no te dijeron nada? –Pregunta Carmen—. Porque ellos sí sabían sobre mi retorno.

Benjamín se mantiene en silencio sin poder creer lo que escucha. No sabe qué responder. Sólo atina a mirar a Lucas, quien tampoco sabe qué decir para justificarse.

—¡Carmen! ¿Por qué no le dices a tu marido que yo no soy el culpable de la muerte de Alejandra para que, de una vez por todas, deje de ir como estúpido tras mis diamantes? No sabes cuánto te lo agradecería.

—¡Cállate Álvaro! –exclama la mujer.

Mientras ellos conversan, el chofer de la limusina se baja de ella y corre desesperado a ocultarse tras los árboles, por miedo a que le pase algo malo.

Ases y los cuatro diamantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora